Protesta y democracia
Preocupan, para México, los recientes resultados arrojados por el reconocido estudio regional Latinobarómetro, que investiga el desarrollo de la democracia, la economía y la sociedad en su conjunto, usando indicadores de opinión pública que miden actitudes, valores y comportamientos.
Los datos preocupantes respecto a México refieren que actualmente el país ha perdido 12 puntos porcentuales de apoyo a la democracia respecto del promedio que había observado en el periodo 1995-2013. Hoy día, sólo un 37% de su población apoya decididamente a la democracia. El nivel más alto de apoyo ocurrió en el 2002 con un 63%. Una caída estrepitosa luego de la tan llevada y traída alternancia del 2000. El informe no duda en llamarla, junto con la de Paraguay, como un claro ejemplo de alternancia “poco exitosa”.
Así, México ocupa el último lugar de América Latina y el Caribe en apoyo popular a la forma de gobierno democrático, que es casi 20 puntos menor que el promedio regional ubicado en 56%.
Coincido con quienes señalan que la “insatisfacción con la democracia” que se observa con particular agudeza en México, y en otros países de la región, debe analizarse en los contextos específicos. Mientras que, en décadas recientes, aquí vivimos un régimen autoritario de peculiar naturaleza, en la mayoría de los países de la región hubo cruentas guerras civiles y dictaduras militares, lugares en donde se aprecia, en promedio, un mayor y mejor apoyo a la democracia, y los niveles de caída no son tan altos como el que se manifiesta aquí. Otro caso llamativo es Costa Rica, que tampoco vivió tales acontecimientos, y que hoy día es el país de la región que ha perdido más apoyo a la democracia.
Será objeto de otra colaboración en la que analice las causas que podrían explicar la creciente insatisfacción por la democracia en México. Ahora quiero detenerme en otro aspecto, a mi parecer, relevante del informe que no ha sido atendido en los análisis que diversos espacios y analistas comienzan a realizar. Me refiero a las previsiones del aumento de las protestas sociales en la región.
En efecto, entre los aspectos que el propio informe se encarga de resaltar desde el resumen inicial, se refiere a la previsión de que: “Veremos más y más las protestas como manifestación de una ciudadanía consciente de las deficiencias del sistema económico, político y social”.
Tal previsión contrasta con el escaso entusiasmo que observa la ciudadanía en las formas convencionales de participación política a través de partidos políticos, sindicatos, OSC, firma de peticiones y procesos electorales, entre otros. Por contrario, los datos del Latinobarómetro revelan amplios niveles de aceptación a protestar en manifestaciones “no convencionales”, es decir más allá de lo autorizado... de lo convencional… Los ciudadanos cortan las carreteras, interrumpen en tránsito, se manifiestan sin autorización. (Pág. 41 del estudio).
En contraste, en nuestra tunerísima región, el congreso se dispone a discutir la reglamentación de marchas y manifestaciones. No como un ejercicio de ampliación, fortalecimiento o efectivo acceso de un derecho garantizado en el artículo 9 de la Constitución de la República sino, más bien, para su restricción. Es la fórmula fácil para evadir el claro mensaje de la creciente insatisfacción democrática que el reciente estudio evidencia.
Mientras que el Latinobarómetro 2013 no duda en afirmar que: “Las nuevas formas de protesta no convencionales que se han instalado en la región muestran la extensión de la crisis de representación, de los partidos políticos que se mantienen como las instituciones con el menor nivel de confianza ciudadana”, nuestras locales versiones de falsificada representación que gozan también del más alto descrédito institucional, se disponen a crear las condiciones para autorizar o negar las protestas y, por supuesto, sancionar a quien desobedezca.
Harían mejor en atender y resolver las causas que generan la protesta social, ya que el más reciente y acreditado estudio sobre la democracia en la región es claro al advertir que “La región ha manifestado[que] ahora quiere distribución… ahora hay demanda… La democracia no sólo trae consigo el cambio de paradigma del tiempo cíclico sino también entrega los instrumentos para su propia consolidación con la oportunidad para demandar derechos.”
La clase política debiera entender que una de las más poderosas palancas de la democracia es, justamente, la protesta. La democracia supone y requiere de la protesta, sin ella la democracia se anquilosa y no puede subsistir.
(Artículo publicado en La Jornada San Luis y Revista Transición)