Partidocracia fortalecida
El método revela el contenido.
En efecto, la forma en que se han realizado las reformas durante la actual administración federal del retorno priísta, revelan el contenido de las mismas y su intencionalidad: el fortalecimiento de la partidocracia, que es el saldo político más notorio y relevante de esta etapa.
Desde que se diseñó el Pacto por México, un espacio cupular entre partidos, se perfilaba que, aunque los temas en él planteados son fundamentales para la vida del país, éstos serían abordados en espacio cerrados e impermeables a la participación ciudadana y a las organizaciones de la sociedad civil, pero tal hermetismo ha sido extendido incluso a los propios cuadros medios e intermedios de los partidos políticos, extremándose el carácter cupular de las decisiones. El colmo ha sido la forma en que se empujó la reforma política, sin consultas, análisis, foros, nada. Simple, pura y descarada imposición de líneas jerárquicas y cupulares, al interior del Congreso. Hasta una de las cúpulas partidistas del Pacto, la del PRD, se ha retirado, con lo que se disminuye aún más hasta el propio consenso cupular.
Hace un año, con ocasión de la firma del Pacto por México, un amplio grupo de organizaciones de la sociedad civil integrados en el Espacio Social para el Diálogo Estratégico, suscribían un posicionamiento donde se señalaba que los 95 compromisos ahí incluidos constituían una base valiosa para convocar a un diálogo amplio que reconociera la pluralidad y diversidad de la sociedad nacional y la importancia de escuchar e incorporar todas las voces. A pesar de que los suscribientes del Pacto asumían en el texto la existencia de una sociedad plural y que llamaban a que los ciudadanos se sumaran a tal esfuerzo, nada han hecho para empoderar a la ciudadanía y la sociedad civil, sino lo contrario.
Como herramienta cupular para la restauración del régimen y consolidar la partidocracia, el Pacto ha resultado sumamente eficaz para el PRI y la clase política en su conjunto, incluyéndose por supuesto las cúpulas partidistas opositoras que, si bien no hegemonizan por ahora la política nacional, sí lo hacen en los espacios regionales que dominan y sin modificar las reglas del juego partidocrático, como no lo han hecho en los 12 años de alternancia.
Todo indica que la reforma política elaborada de tan hermética forma e impuesta en base a la disciplina vertical que caracteriza a los espacios legislativos del país, terminará por beneficiar particularmente a la partidocracia.
En un sistema político oligárquico como el nuestro, con una clase política impermeable, sin auténticos procesos de ciudadanización del poder político y económico, con un cada vez mayor control de la protesta vía su administración y criminalización, y sin libertad de expresión por un mercado oligopólico de empresas de medios de comunicación, mecanismos como los que se prevén en la reforma aprobada sólo van a generar una mayor cerrazón del sistema político. En efecto, medidas tales como la reelección, la conformación del INE con atribuciones nacionales que eliminan el carácter autónomo a los órganos electorales estatales, los gobiernos de coalición y la obligación del Congreso de ratificar al gabinete presidencial que, en otros contextos y con la existencia de auténticos y efectivos mecanismos de participación ciudadana y rendición de cuentas, podrían significar un avance democrático, en el contexto de la cerrazón partidocrática y la economía oligopólica que prevalecen en el país, pueden resultar contraproducentes para el empoderamiento ciudadano y, en cambio, particularmente efectivos para el fortalecimiento partidocrático, con lo que la reciente reforma bien puede significar un retroceso.
Las reformas verdaderas y efectivamente democratizantes son aquellas que, en lugar de empoderar a la partidocracia, lo hacen con la sociedad civil y la ciudadanía. No parece el caso de esta reforma política.
(Artículo publicado en La Jornada San Luis y Revista Transición)