Los nemontemi de la política mexicana
Nemontemi es el nombre que recibían los días finales que los astrólogos mexicas adicionaban para ajustar su calendario solar anual de meses vigesimales. En su cosmovisión eran días aciagos, funestos, baldíos, desamparados, abismales, que generaban temor y angustia por no estar bajo el abrigo de deidad alguna. Por ello estaban “llenos de vacío”.
De qué mejor manera podrían definirse estos días de fin de año legislativo en los que un Congreso, atrincherado y aislado, amplía y llena de vacío el abismo que separa a la partidocracia de la ciudadanía a la que dizque representa.
Blindados y parapetados ya en el Senado o la Cámara de Diputados, sin consulta, análisis y mediante formas vacía de debate, la mayoría partidocrática se encarga de sacar adelante los designios y lineamientos de las cúpulas partidistas y gubernamentales que han sido previamente pactados, para aprobar una serie de reformas trascendentales que impactarán profundamente, y no para bien, la vida social, política y económica del país.
La imagen de un Congreso sesionando reformas políticas y económicas cercado por vallas y policías altamente pertrechados, es una de las más distantes del concepto de democracia, y da cuenta más bien de una democracia vacía, de una democracia nemontemi, aciaga y funesta.
Resulta obscena la forma en que, vacíos de las más elementales formas y principios parlamentarios de debate, discusión y análisis, se aprueban precipitadamente, una tras otra, la avalancha de reformas cuyos voluminosos dictámenes, con escasas horas de haberles sido entregados, no han sido siquiera leídos por la mayoría de los integrantes del legislativo. Con similar premura, displicencia y vacío de deliberación rechazan, una tras otra, las reservas opositoras a la voluntad cupular previamente dictaminadora. Si no hacen caso a la parcialidad partidocrática que les acompaña y cuestiona, menos aún lo hacen con la población, cuyas opiniones y parecer, no tienen ahí cabida, son vacío que no es siquiera objeto de preocupación de los congresistas, arrogados en un falsa y secuestrada representación política, cuyos beneficios económicos y políticos usufructúan por su cercanía y participación en los grupos de poder que controlan los partidos, antes que a un legítimo mandato de los electores.
No importa pues, para llegar ahí, lo determinante fue su cercanía con las burocracias partidistas y no el voto ciudadano, aunque hayan tenido que pasar por tal trámite como condición necesaria, cierto, pero no determinante para su actuar como legisladores.
Si la pobreza de vida parlamentaria y el atrincheramiento físico y policial no fuesen suficientes para desnudar la naturaleza y el vacío de legitimidad de su obrar, toman las previsiones para criminalizar la protesta social que se avecina, como previsión de los más reconocidos análisis regionales sobre el estado de la democracia (Latinobarómetro 2013). Así, en una breve sesión que se celebró a puerta cerrada sin permitir el paso de organizaciones defensoras de derechos humanos que manifiestan su preocupación por el hondo carácter represivo y regresivo en la materia, las Comisiones de Derechos Humanos y del Distrito Federal de la Cámara de Diputados aprobaron en lo general, y sin discutir más de una treintena de reservas planteadas, el dictamen de la Ley de Manifestaciones Públicas en el Distrito Federal, que ha sido ya enviado al Pleno de la Cámara de Diputados. El descaro alcanza niveles de paroxismo al hacerlo precisamente en ocasión del Día Internacional de los Derechos Humanos, al conmemorarse un aniversario más de su Declaración Universal.
El sentido de la expresión náhuatl, nemontemi, que refiere los días aciagos y funestos, sugiere la idea de vacío, inútil, yermo, desierto y espantoso. En el Códice Florentino, un informante de Sahagún afirma que tales son “días que ya no tienen destino, que ya no pertenecen [a nadie]”. La vacuidad total, al extremo.
Días vacíos también de la suficiente fuerza ciudadana a fuerza de su adormilamiento y del vacío informativo que los coludidos medios de información han generado. Por momentos pareciera haber más gente apostada en las afueras del Nou Camp y del Azteca buscando con desespero obtener boletos para la final futbolística donde confluyen, ahí también y no por azar los oligopolios de Slim y Azcárraga, que alrededor de los cercos ciudadanos al congreso donde estéril y más bien testimonialmente, se manifiesta el repudio al reparto del botín.
Días nemontemi, tiempo que pasa en vano, temporalidad estéril y nefasta en la que la partidocracia y las oligarquías mexicanas se parten la nación a dentelladas. Señales perniciosas para criminalizar la protesta y vulnerar los derechos.
Pero a los nemontemi seguía el año nuevo que, como todo momento inicial cíclico, es un periodo que presagiaba particular esperanza y renacimiento. Porque, aunque de diversa cosmovisión, dice también el proverbio: hay bajo el sol un momento para todo, un tiempo para hacer cada cosa…tiempo para plantar, y tiempo para arrancar lo plantado; tiempo para demoler y tiempo para edificar; tiempo para gemir y tiempo para bailar; tiempo para lanzar piedras y tiempo para recogerlas; tiempo para los abrazos y tiempo para abstenerse de ellos; tiempo para buscar y tiempo para perder; tiempo para conservar y tiempo para tirar fuera; tiempo para rasgar y tiempo para coser.
Así, me tomaré un tiempo para someterme a una intervención quirúrgica, por lo que espero retomar mis colaboraciones en enero. Pásenla bien, donde hacerlo se pueda.
(Artículo publicado en La Jornada San Luis y Revista Transición)