Los guetos del Centro Histórico
La danza de los millones para el “Centro Histórico” ha sido anunciada con bombo y platillo. Según notas de prensa se destinarán mil millones de pesos para la realización de una serie de obras para el Jardín Colón, la calle de Mariano Arista, la construcción de un módulo de seguridad, Bomberos, Cruz Roja y una biblioteca, un colector pluvial Alameda y Centro Histórico, la rehabilitación de la Estación de Transferencia y de la calle de Chicosein, y hasta la construcción de un nuevo Centro de Convenciones y Espectáculos -como si no bastara el inútil elefante blanco que construyera Marcelo de los Santos- en los patios de la estación del ferrocarril y, de nueva cuenta, trabajos en la Alameda -recientemente remozada por la anterior administración municipal con graves irregularidades, por cierto- a la que se dedicarían ahora 158 millones de pesos más.
Para los gobernantes federales, estatales y municipales, el Centro Histórico se reduce al primer cuadro de la ciudad y solo a él se han destinado recursos a lo largo de las administraciones, relegando al olvido, el abandono y la exclusión a los tradicionales siete barrios históricos a los que solo se destinan obras menores de remozamiento de sus jardines y muy ocasionalmente alguna de mayor envergadura.
Técnicamente el Centro Histórico se clasifica en dos perímetros el A y el B. El Perímetro A abarca el primer cuadro de la ciudad y los siete barrios pertenecen, en cambio, al Perímetro B. Rara es la vez que se dedican recursos para la conservación de éste segundo perímetro a pesar de ser los lugares efectivamente habitados del Centro Histórico. Los criterios que guían la inversión gubernamental son meramente ornamentales y turísticos, sin reparar en las necesidades de sus habitantes. Gobiernan para la imagen y el lucimiento no para la gente.
El abandono y deterioro de la infraestructura urbana de los barrios históricos han sido justificados y tolerados por las administraciones estatales y municipales bajo el argumento de que, siendo parte del Perímetro B, no se encuentran dentro de los llamados “Polígonos de pobreza” y, por ello, no se les pueden destinar recursos del Fondo para la Infraestructura Social Municipal del Ramo 33 sin que, por otra parte, se realice esfuerzo alguno por obtener otro tipo de fondos y cuando se consiguen, como los que recién se anuncian, solo se dedican al Perímetro A. De tal forma que, simple y llanamente se han desentendido del problema bajo argumentos técnicos y administrativos, que no justifican la inacción y desatención y, menos aún evadir su responsabilidad Constitucional en materia de respetar, proteger y garantizar los derechos de todos los habitantes.
Múltiples y serios daños a los habitantes, sus bienes y calidad de vida son provocados por esta indiferencia gubernamental. Así, por ejemplo, las personas de la tercera edad y aquellas con discapacidad prácticamente viven confinadas en sus casas porque las banquetas son intransitables, o porque deben hacerlo por el arroyo vehicular poniendo en grave riesgo su integridad física. Igual ocurre con las madres y padres que llevan a sus bebes en carreolas.
Como es sabido los males llaman a otros males, y el menoscabo de la infraestructura de los espacios incide en problemas de inseguridad y resquebrajamiento del tejido social.
Así los barrios históricos de San Luis se han convertido por efecto del abandono, desatención e indiferencia gubernamental en una especie de Guetos con una calidad de vida degradada pero consentida por las propias autoridades.
El contraste no es solo con el primer cuadro de la ciudad, el Perímetro A, sino con las inversiones de infraestructura realizadas en la zona oriente de la ciudad que posee una de las mayores plusvalías de la ciudad como en Sierra Leona y Av. Cordillera de los Himalaya, o bien en sectores aledaños a nuestra “zona rosa” y la Avenida Carranza como la regeneración de las calles de Muñoz, Terrazas y Arista, a la que de nueva cuenta dedicarán recursos de esos mil millones de pesos para el remozamiento de las fachadas de viviendas y fincas. Privilegiar sectores pudientes a los barrios históricos añade, por si fuera poco, un elemento de marginación de corte clasista.
(Artículo publicado en La Jornada San Luis y Revista Transición)