El IFE hoy (primera parte)
Cuando en 1996 se realizó el diseño institucional definitivo que, en términos generales, prevalece en el IFE, México era distinto, y la coyuntura política era muy particular.
A la prolongada crisis política de un sistema de partido único y la necesidad de su desmantelación, demanda y exigencia política y ciudadana expresada tanto en las urnas como en movimientos sociales, se unía la grave crisis económica de 1994-1995. Las reformas al sistema político debían ser más sustanciales y profundas que las precedentes, particularmente la de 1994 que si bien había creado la figura del “consejero ciudadano”, mantenía sobre el IFE el control gubernamental ya que su Presidencia recaía en el Secretario de Gobernación, así como mediante el voto de los representantes partidistas, mayoritariamente los del entonces partido oficial, el PRI.
La reforma de 1996 ciudadanizó al IFE, al quitarle el voto a los partidos políticos y otorgárselo a los Consejos ciudadanizados y removiendo a los representantes del Ejecutivo. Dicha reforma puso al IFE bajo el control exclusivo de los consejeros ciudadanos (Ackerman 2007).
Existe también otro proceso que corrió casi en paralelo con el de la “ciudadanización” del IFE, tan sustancial como éste pero de distinta naturaleza: la conformación y consolidación del Servicio Profesional Electoral (SPE). Si bien el SPE fue formalmente instaurado en 1992 mediante un Estatuto de Servicio Civil, se integró un año después mediante convocatoria y 1994 sería el primer proceso que correría a cargo de un IFE con un SPE instituido y en funciones.
Ya ciudadanizado el IFE en sus órganos de dirección y en proceso de consolidación el SPE, las elecciones de 1997 y las del 2000 que, correspondientemente y por primera vez, le quitaron el control del Congreso al partido en el gobierno y generaron la alternancia en el Ejecutivo Federal, fueron la “cereza del pastel” que confirmaron la pertinencia y eficacia de las reformas de 1996 y del propio diseño institucional del IFE. Un nuevo Estatuto del Servicio Profesional entró en vigor en 1999.
Para entonces el IFE tenía elevados índices de confianza en la ciudadanía. Así, en la Encuesta Nacional sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas (ENCUP) del 2003 el IFE ocupaba el tercer mejor lugar en confianza institucional con el 7.6, sólo debajo de los maestros (7.8) y de la Iglesia (7.7) en una escala del 1 al 10.
Pero vino el retroceso. El sector hegemónico de la clase política quiso retomar el control, la presidencia de Fox y los partidos políticos mayoritarios, el PAN y el PRI, excluyendo intencionadamente al PRD integraron, en octubre del 2003, un Consejo General encabezado por Luis Carlos Ugalde. Mientras que en los procesos de reforma y renovación previos, los partidos políticos llegaron a consensos que permitieron consolidar al IFE, con esa conformación se vulneró al entonces organismo público autónomo más prestigiado del país. Los sucesos del proceso electoral del 2006 y sus secuelas han mostrado los efectos lamentables tanto para el país como para el propio IFE.
Algo de lo avanzado se perdió, particularmente en el terreno de los órganos de dirección ciudadanizados y en la confianza institucional del IFE que tiene la ciudadanía. Para la ENCUP del 2008, si bien el IFE mantenía el tercer lugar, ahora lo hacía con el 6.6, debajo de la Iglesia (7.2) y el ejército (6.7). Otras mediciones, en este caso la más reciente de Consulta Mitosfky, señala que el grupo que tiene mucha confianza en el IFE está en el rango del 25%, muy lejos aún del 39% de 2000 y del 44% del 2006.
La más reciente reforma electoral en el 2007 ha intentado revertir algo de lo sucedido. Tal reforma no modificó el diseño institucional del IFE que se mantiene vigente, sino que se encaminó más hacia la implementación de un nuevo modelo de comunicación política, con nueva reglas para partidos políticos y medios de comunicación, que permita mayor equidad así como eliminar las campañas negativas y sus efectos polarizantes que caracterizaron el anterior proceso presidencial.
Un efecto colateral de la reciente reforma fue la renovación del Consejo General la cual se realizó, de nueva cuenta, con el consenso de las principales fuerzas políticas intentando reparar el daño hecho. Aun así, hubo un último amago de control de algunos de los partidos políticos, que mantuvo durante más de un año un Consejo General incompleto, hasta que en diciembre del 2011 se logró conformarlo íntegramente y mediante consensos.
No está resultando fácil revertir lo sucedido, particularmente por el encono que tal reforma ha generado entre los medios de comunicación dominantes, uno de los poderes fácticos que más se han beneficiado de las turbulencias políticas de los años recientes. Así como por otros factores que seguiré analizando en posteriores colaboraciones.
(Artículo publicado en La Jornada San Luis y Revista Transición)