Dinero y política
Desde el clásico adagio corruptor de “un político pobre es un pobre político” del priísta mexiquense Carlos Hank González, hasta la campaña triunfadora de Pedro Kumamoto, el primer candidato independiente que obtiene una diputación local del país en Jalisco, durante la cual se gastó apenas 18 mil pesos de financiamiento público y 224 mil de donativos privados que sumados representa sólo el 19% del tope de gastos permitido por el Instituto Electoral y de Participación Ciudadana de Jalisco, dinero y política son un binomio sobre el que hay mucho qué decir.
La democracia no tiene precio pero sí tiene un costo. Son los términos planteados por Daniel Zovatto, Director Regional para América Latina y el Caribe del Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA), durante la Conferencia Global sobre Financiamiento Político celebrada en la Ciudad de México en septiembre de 2015.
Durante tal Conferencia que reunió a especialistas de todo el mundo se abordaron algunos de los principales retos que enfrenta la compleja relación entre dinero y política.
El consenso de la Conferencia Global es claro respecto de la importancia que desempeña el financiamiento de los partidos políticos y las campañas electorales en el funcionamiento de la democracia. Sin embargo también reconoce los complejos y graves retos que en la materia existen. Así el financiamiento político sin regulación eficaz, discrecional y opaco representa uno de los grandes desafíos para la integridad de las elecciones tanto en las democracias emergentes como en las consolidadas tampoco exentas de la indebida interferencia de corporativos y de personajes como Berlusconi y ahora Donald Trump. El financiamiento político mal regulado reduce más allá de lo razonable la equidad en las contiendas y el acceso al gobierno, además de ofrecer oportunidades a los grandes intereses económicos y al crimen organizado para comprar influencia política a cambio de obtener favores y beneficios, afectando así la confianza de la población en las elecciones. En efecto, la inadecuada e insuficiente regulación del financiamiento público a la política amenaza con socavar la democracia y arrebatarle las fortalezas y dimensiones que debieran caracterizarle.
Para la Conferencia el papel del dinero en la política puede considerase como la mayor amenaza actual a la democracia en el mundo. Ello se aprecia desde las donaciones a las campañas por parte de grandes empresas en los Estados Unidos o la filtración del dinero del crimen organizado en América Latina, y los graves escándalos de corrupción en toda Asia y Europa, de los que no se exentan -por supuesto- otras regiones. Por todo el orbe distintos indicadores señalan que una gran parte del electorado comparte la percepción de que la clase política está más preocupada por el dinero que por representar los intereses de la ciudadanía.
Valores democráticos clave como la equidad y la igualdad de oportunidades se ven amenazados cuando los políticos se vuelven menos receptivos y responsables ante los votantes por estar demasiado vinculados a quienes financian las campañas, incluyéndose por supuesto el indebido uso de recursos públicos cuando el gobierno en turno apoya a los candidatos del partido en el poder.
Así se organicen bien los procedimientos electorales, cuando el resultado está determinado por los billetes en lugar de las boletas tales elecciones, aún bien administradas, no fomentan la democracia. Las elecciones sólo son un lugar donde se realizan transacciones si la política es capturada por el dinero, afirma el político y académico tailandés Surin Pktsuwan.
Así no sean abundantes los ejemplos como el de Kumamoto, cuya campaña costó a los contribuyentes treinta y tres centavos, igual existen candidatos y candidatas triunfadores que no necesariamente son los que gastan más dinero. En los recientes comicios españoles el costo por voto de Podemos fue de tan solo el 27% de lo que se gastaron las dos principales fuerzas: el PP y PSOE
(Artículo publicado en La Jornada San Luis y Revista Transición)