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Del 2013 y lo imposible

La carnicería sigue. Tanto en el país como aquí. Quienes creían, no digo suponer sino creer -que es lo que aplica-, que el cambio de administración federal acarrearía una disminución o al menos la atemperación de la violencia criminal deberán atemperar, ellos sí, su creencia y falsa expectativa.

Ya fuesen analistas o fieles quienes indagaban los augurios, tampoco es que fuera de esperarse cambio automático alguno en el tema de la inseguridad. Pero quiero detenerme en el caso de los creyentes, pues hay sus matices como en toda congregación de fieles.

Son una amplia categoría en la que puede agruparse a quienes mantenían tal expectativa de atemperamiento de la violencia con la llegada de una nueva administración gubernamental. Particularmente ésta.

Los hay creyentes: auténticos y otros meros calculadores interesados. Y hay una larga cauda de simples crédulos, los desinformados, los manipulados y los ignaros, desde luego.

Los primeros, de ambos talantes, creyentes auténticos o creyentes interesados, corrieron de manera abierta la especie de que la llegada de la nueva administración tendría como una de sus consecuencias la disminución de la violencia. Sea por argumentos eficientistas (“ellos sí saben cómo”), o del tipo expertis (“así lo hacían antes; tienen la pericia”). De forma tal que intencionadamente se difundió en buena parte del resto de la categoría descrita, desde los crédulos hasta los ignaros, la idea, ya fuera como certeza hasta simple esperanza, de que así ocurriría. Probablemente más de alguno o alguna habrá optado por el “no puede irnos peor, ¿cierto?”.

Frases del tipo: “con una distinta y/o nueva autoridad federal, se abre la esperanza/posibilidad/expectativa de que la situación mejore” fueron y siguen siendo profusamente lanzadas a la opinión pública a través de diversos medios que la construyen, formales o informales, sea porque recogen las opiniones de los creyentes auténticos, sin excluir a los crédulos, desinformados, manipulados e ignaros, o porque los creyentes calculadores, mejor posicionados en los espacios de construcción de la opinión pública, continúan su estrategia, fresca aún por el poco tiempo transcurrido del cambio gubernamental, de correr el rumor, o porque nuevas adecuaciones del discurso-rumor empiezan a construirse para seguir alimentando la creencia ante la pública opinión.

Suele decirse que la realidad es más terca que la ficción, pero no ocurre así para los creyentes sino lo contrario: la fe es más terca que la realidad y si no…peor para la realidad. Por lo pronto las cifras -una cierta forma de aproximarnos a la realidad- de las ejecuciones violentas relacionadas con supuestos actos del crimen organizado ocurridas durante el primer mes de la nueva administración nos dicen que se registraron 982 homicidios, 33 casos más que en el último mes del sangriento sexenio antecesor, y que la tendencia de ejecuciones que hubo en diciembre (32 homicidios al día) fue superior a la media del anterior gobierno; sin embargo, se mantuvo estable respecto a los meses anteriores, lo que significa que la violencia asociada al crimen organizado se ha mantenido en los mismos niveles (Aristegui noticias, que utiliza como fuente un recuento del diario Milenio).

Ni qué decir del terruño potosino. Según datos aparecidos en el Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP), el indicador de homicidios dolosos para San Luis se ha disparado en poco más del 600%, y ello sin considerar los meses de noviembre y diciembre cuyos datos aún no aparecen.

Así las cosas, qué mejor para este 2013 naciente, que vencer la tentación, sucumbiendo de lleno en sus brazos -como sugiere Serrat-, de preferir hablar de cosas imposibles: porque de lo posible se sabe demasiado -como sugiere Silvio Rodríguez-, que saludar la irrupción de la persistente lucha de las comunidades zapatistas chiapanecas vigentes en su empeño de construcción de la autonomía y la autogestión. Sí, de lo posible se sabe demasiado.

(Artículo publicado en La Jornada San Luis y Revista Transición)


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