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De Mamá Rosa, el Estado ausente y los límites del asociativismo

De lo ocurrido en el publicitado asunto del albergue la Gran Familia de Mamá Rosa, no solo de ahora sino en su gestación original, su desarrollo durante décadas y su final decadencia, es resultado directo de la irresponsable ausencia del Estado en diversos sentidos.

Llevan responsabilidad, desde luego, quienes en su momento y actualmente conducían el albergue, pero de entre las muchas aristas que el asunto desvela, la más sustancial es sin duda, la ausencia de una política pública para cumplir con las obligaciones estatales en materia de respeto, protección y garantía de los derechos de la niñez y la juventud.

En el espacio público ocurre algo similar a como se producen los vientos en la atmósfera. El aumento de la temperatura en la corteza terrestre genera movimientos verticales de las masas de aire que provocan vacíos y desequilibrios de presión, entonces nuevas masas de aire se desplazan para llenar estos vacíos de baja presión con el fin de restablecer estas inestabilidades, generándose así brisas, vientos y corrientes de aire de menor o mayor intensidad.

Igual ocurre en la vida pública, los vacíos del Estado son inmediatamente ocupados por otros intereses que provocan desde renovadoras brisas frescas hasta violentos monzones que pueden terminan por afectar seriamente el tejido social y hasta desmembrarlo.

Desde hace tiempo, la clase política en el poder se empeña en desmantelar el Estado para incorporarlo como patrimonio propio, de los grandes emporios económicos, o de ambos.

En ocasiones la ausencia del Estado es acordada con los intereses políticos y económicos que habrán de ocupar el espacio. Ocurre particularmente cuando en el asunto hay negocios en juego: telecomunicaciones, petróleo, gas, narcotráfico y hasta en temas como seguridad social, educación y salud, a condición de que los espacios vacíos se constituyan en mercados sustentables dirigidos a sectores sociales rentables.

Tratándose, en cambio, de vacíos que impactan a los sectores sociales más desfavorecidos, espacios que no dan margen para buenos negocios a los agentes económicos, tales vacíos también son llenados por otros grupos con diversos intereses. Algunos lo hacen en tanto puedan obtener algún provecho político y, en tiempos más recientes, criminal. Los espacios para tales sectores que, por razones de rentabilidad o estabilidad política y de imagen, no pueden ser abiertamente abandonados por el Estado, suelen conservarse en condiciones de alta precariedad y ofreciendo servicios de bajísima mala calidad, donde beneficiarios y beneficiarias suelen ser objeto de clientelismo político.

Los actores empresariales, por razones más mercadotécnicas y políticas que por altruismo genuino, también suelen intervenir mediante la conformación de fundaciones, cuyo más enfermizo y distorsionado ejemplo es el Teletón. Además de paliar algunas ausencias del Estado, tales ejercicios cumplen también un cometido ideológico muy útil y funcional al sistema, impulsando un reducido y tergiversado concepto del desarrollo social entendido como un asistencialismo de corte caritativo, muy propicio para la manipulación política que tanto acomoda, conviene y gusta a la clase política.

No obstante, existen algunos pequeños sectores, débiles en muchos sentidos, que ante los vacíos del Estado asumen ciertas formas de intervención caracterizadas por el altruismo, el asociativismo, la solidaridad hacia los cercanos o incluso por los desconocidos, y hasta por el sentido de la supervivencia que les lleva a organizarse para no quedar a merced del vendaval de intereses políticos de manipulación, de exclusión de los mercados o los de orden criminal. Esas son las brisas frescas cuya intervención ayuda a paliar el efecto por el aumento de la temperatura ante la ausencia del Estado para atender asuntos de orden público particularmente dirigidos a los sectores sociales más vulnerables.

Es así como suelen surgir acciones y proyectos impulsados por las llamadas organizaciones de la sociedad civil (OSC), el tercer sector o sector social, como también suele ser llamado particularmente desde la óptica del modelo de la gobernanza.

No de otra forma nació hace décadas el ahora vilipendiado proyecto de Mamá Rosa.

Tal sector, sin embargo, suelen estar en condiciones de permanente vulnerabilidad que se han acentuado recientemente porque, a su vez, también son objeto del abandono creciente del Estado sea por falta de políticas públicas de apoyo a sus actividades o de la debida regulación, por el “natural” acoso de “la mano invisible del mercado” que le encarece los recursos, y por la incursión -en distintas modalidades- de los intereses criminales y los de manipulación política tanto de orden partidista como los empresariales.

Aún así, es práctica cotidiana que las propias dependencias gubernamentales canalicen a personas de los sectores vulnerables a tales espacios sin la debida contraprestación en apoyo, asesoría o financiamiento, porque tales dependencias no disponen de espacios, infraestructura o personal para su atención. Igual que como ocurría en el albergue de la Gran Familia, aquí en nuestra entidad, diversas dependencias públicas de asistencia social tanto federales, estatales y municipales envían personas a albergues infantiles, anexos para la atención de adicciones y albergues para mujeres que sufren violencia, entre otros, que son atendidos y operados por OSC en condiciones de vulnerabilidad y precariedad.

La ausencia de políticas públicas para fomentar las acciones de las organizaciones ciudadanas de asistencia social, altruismo y asociativismo cobra costosas y graves facturas al tejido social, y lo seguirá haciendo de seguir las cosas como hasta ahora.

El sector de las OSC no está necesariamente formado por personas incorruptibles, santas, intachables, las más preparadas o las más idóneas, sino por quienes se sienten impulsadas a realizar acciones a favor de los demás, particularmente los sectores sociales más excluidos y abandonados por las ausencias del Estado y los requisitos del mercado. En más de alguno y alguna predomina el voluntarismo antes que el profesionalismo. Se tienen horizontes e ideales, pero pocas o ninguna idea de cómo lograrlo con eficacia y pertinencia. Y no hay quien les oriente. Hay también las que solventan esto inconvenientes, pero enfrentan otros.

Es también por ello, y a las condiciones de vulnerabilidad y precariedad a que se ven sometidos tales esfuerzos que bien pueden descomponerse y desvirtuarse hasta los más genuinos y auténticos ejercicios de altruismo y asistencia social, como bien pudo serlo en sus orígenes la obra de Mamá Rosa. No le conozco personalmente ni a su obra. Llama mi atención la defensa que muchos activistas reconocidos realizan. No creo, sin embargo, que las condiciones de deterioro e insalubridad del lugar sean producto de un montaje.

Las funciones sociales de las OSC deben orientarse a complementar la esfera pública, ampliándola, no sustituyendo la acción estatal ante sus irresponsables vacíos, que es lo que ha ocurrido en el país durante décadas. No se trata que el espacio público sólo deba ser cubierto por el Estado, o que ambos se identifiquen necesariamente, pero es claro que las responsabilidades fundamentales en materia de protección, respeto y garantía de los derechos corresponden al Estado, así lo haga de manera subsidiaria con el apoyo y complemento de la acción ciudadana, la cual debe apoyar, fomentar y regular.

En México, el sector se encuentra insuficientemente desarrollado y está a merced de todo tipo de obstáculos: escaso financiamiento, cargas fiscales excesivas, el acoso del crimen, la corrupción y, desde luego, la hostilidad y represión estatal.

Otro mensaje preocupante es el montaje operativo y mediático elegido por el gobierno federal en el procedimiento utilizado para efectuar el operativo de intervención. Un mensaje claro sobre la restauración del autoritarismo y la utilización de cortinas de humo mediáticas para el logro de otros fines políticos.

Desde hace tiempo diversas OSC locales hemos insistido en formular una Ley de Fomento a las acciones de las OSC en el Estado. Al parecer la idea ha sido francamente abandonada por el grupo de diputados y diputadas que se comprometieron a impulsarla.

Es cuestión de tiempo para que en nuestra entidad surja nuestra Mamá Rosa.


(Artículo publicado en La Jornada San Luis y Revista Transición)


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