De Carlos Fuentes y otras ausencias
En una semana en que la herida abierta sangra, ahora por Cadereyta, ayer por Chapala... donde los signos ominosos del retroceso, al más puro estilo del 1984, el vocero orwelliano de la Organización Editorial de México nos anuncia a ocho columnas y en cadena nacional, que la realidad no nos pertenece… se desangra también Carlos Fuentes… duele no tener ahora presentes las voces de los excelsos Carlos que nos han dejado en orfandad: Monsivaís, Montemayor y ahora… Fuentes.
De a poco, van muriendo algunos de los referentes que iluminaron la etapa formativa de varias generaciones, aportándonos una interpretación de sentido. Hoy se suma Carlos Fuentes.
No son parte de la generación, nos precedieron, pero su voz, sus ideas, su estética ayudaron a configurar nuestro mundo, la manera de entendernos en él. El mundo, vale decir los mundos, son una interpretación de sentido.
Como bien lo dice el filósofo Enrique Dussel –otro grande-, el mundo es una totalidad de sentido. No es una pura suma exterior de entes, sino que es la totalidad de los entes con sentido. Hay que diferenciar "Mundo" de "Cosmos". Cosmos es la totalidad de las cosas reales, conocidas o no por el hombre. Mundo designa la totalidad de sentido comprendida por un horizonte fundamental. Es así que sin hombre no hay mundo, hay cosmos. Vale decir, sin cultura, sin lenguaje, sin las voces de quienes nos preceden no hay mundo. Todo adquiere sentido, cierto sentido, cuando se com-prende el horizonte. El mundo, lo que nos rodea, no se muestra como un caos o un desorden, sino que se comprende desde un punto de referencia que le da sentido y lo ilumina… la totalidad de nuestra experiencia está situada dentro de un horizonte, que hace que todo lo que se encuentra en mi mundo sea com-prensible de lo contrario no se comprendería nada –dice Dussel- .
Y aunque vale decir que no hay un solo mundo, sino “mundos”, es cierto también que el mundo propio es el que dándonos sentido, nos permite también abrirnos a la alteridad de los otros mundos…en fin, que no entiendo mi mundo sin la Muerte de Artemio Cruz, las Buenas conciencias, La región más transparente del aire, sin Aura. Tampoco lo entiendo sin otras de las obras del boom latinoamericano como las de García Márquez y Vargas Llosa.
No entiendo mi mundo, el horizonte de mi comprensión, la interpretación de sentido, sin el Canto Nuevo latinoamericano y español, la Nueva Trova cubana. Sin la voz y los temas de Mercedes Sosa, Víctor Jara, Violeta Parra, Amparo Ochoa, Noel Nicola, Alfredo Zitarroza, Alí Primera –entre los idos-. Sin Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Serrat, los Mejía Godoy, Daniel Viglietti, Gabino Palomares, Chico Buarque, Caetano Veloso. Sin la poseía de Benedetti, José Martí, César Vallejo, Nicolás Guillén. Sin la pedagogía del oprimido de Freire, sin la filosofía y la teología de la liberación, Enrique Dussel, Pablo Freire, Leonardo Boff, Gustavo Gutiérrez, Ignacio Ellacuría, Jon Sobrino, Segundo Galilea, Frei Betto, Pedro Casaldáliga. Sin la Teoría sociológica de la dependencia, Vania Bambirra, Celso Furtado, Theotonio Dos Santos.
No puedo entender mi mundo, sin esos lenguajes, sin esas estéticas, sin esas políticas y sin esas éticas. Particularmente no comprendería México sin la obra de Carlos Fuentes, algunas de sus novelas, artículos y opiniones.
Los mundos que crearon y recrearon, sus voces y sus obras, las de Fuentes las de ellos y ellas, siguen vivas y así permanecerán en nuestro mundo, en nuestros mundos. Nosotros los recreamos, los comprendemos en nuevos horizontes, nos abrimos a otros mundos, pero ahí están sus aportes imprescindibles.
Como dice otro referente, más tardío y de tradición y heraldos de postmodernismos estéticos y éticos, Joaquín Sabina, aún quedan… Más de cien palabras, más de cien motivos para no cortarse de un tajo las venas, más de cien pupilas donde vernos vivos, más de cien mentiras que valen la pena.
(Artículo publicado en La Jornada San Luis y Revista Transición)