A río revuelto…
No cabe duda de que en los hechos del 1 de diciembre las fuerzas policiacas actuaron indebidamente. Independientemente de si reaccionaron a ataques o no, existen normas de actuación y uso de la fuerza basados en los principios de legalidad, necesidad y proporcionalidad.
Son protocolos de actuación debidamente recogidos es una serie de Principios Básicos sobre el Empleo de la Fuerza y de Armas de Fuego por los Funcionarios Encargados de Hacer Cumplir la Ley, que forman parte del cuerpo de Instrumentos Internacionales de Derechos Humanos.
Los testimonios no dejan lugar a dudas de que el actuar de las fuerzas del “orden” fue ilegal, arbitrario y con uso desproporcional de la fuerza tanto las del Distrito Federal como las federales. Es una señal ominosa que ha prendido las alarmas en materia de derechos humanos, por el viso de regresión que ello indica.
Hay indicios de que la violencia fue inducida por una doble vía que no se excluyen mutuamente: la infiltración de elementos parapoliciales, paramilitares o de alguna organización estatal de seguridad o inteligencia, o bien, por grupos de activistas inconformes que propugnan la llamada “acción directa” contra el Estado y sus instituciones. Desde mi punto de vista, ninguna de las dos opciones resultan saludables o deseables.
Empiezo por la más grave en materia de derechos humanos, la infiltración del Estado en las manifestaciones para generar provocación y justificar así una reacción de fuerza que legitime la represión, presentándola como una respuesta necesaria, adecuada y hasta legal, una especie de reacción en “legítima defensa”. Tal estrategia sumamente perversa no es extraña a la actuación del poder, ejemplos de su utilización hay muchos, baste recordar a los “halcones” de 1971 utilizados por el régimen priísta. Es una estrategia recurrente para criminalizar la protesta social, una de las tendencias políticas contemporáneas más frecuentes y cada vez más en uso en nuestro país. Hay indicios de que algo así ocurrió el sábado 1 de diciembre.
La emergencia de activistas que abandonan la amplia gama de estrategias de lucha política y social, sea a través de organizaciones de la sociedad civil que buscan incidencia en las políticas públicas, conformación de frentes y movimientos sociales con reivindicaciones de diversa índole, o hasta abiertamente partidistas –por mencionar sólo algunas variantes del espectro-, por considerarlas inútiles o, peor aún, legitimadoras y colaboracionistas del sistema político y económico capitalista, rechazando casi cualquier acción coordinada de OSC, frentes o movimientos sociales, para privilegiar la “acción directa”, entre ellas y particularmente la acción violenta contra las instituciones del Estado, es también un dato preocupante.
Hay ejemplos de que este tipo de organizaciones pueden ser fácilmente manipuladas, cooptadas e infiltradas por el Estado y hasta ciertos poderes fácticos para justificar y extender la represión, cuando no hasta ser veladamente financiadas. Y aunque eso no sucediera, es decir, que sean manifestación genuina y auténtica de activistas desilusionados, con argumentos y racionalizaciones propias, el recurso del enfrentamiento de fuerza directo no creo que conduzca a lugar alguno y resultará contraproducente para el conjunto de la sociedad civil, al otorgar un magnífico recurso ideológico -en su acepción de tergiversación de la realidad para justificar la acción estatal por parte del poder- para legitimar la represión hasta para a la mera disidencia.
Ni la actuación ilegal, arbitraria y desproporcionada de las fuerzas de seguridad, tampoco la estrategia perversa de la infiltración a los movimientos para criminalizar la protesta social y legitimar la represión, así como el rechazo de formas de lucha políticas y sociales para privilegiar el enfrentamiento de fuerza directo con las instituciones del Estado, significan buenos augurios en el contexto del cambio de gobierno federal, sino lo contrario.
Como dice el dicho: a río revuelto, ganancia de pescadores… los de siempre.
(Artículo publicado en La Jornada San Luis y Revista Transición)