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Necropolítica

Decidir quien vive y quien muere constituye la frontera última del poder. Provocar y administrar muerte a través de un orden económico, político y social es la necropolítica, una de las facetas que caracteriza al capitalismo contemporáneo, al que algunos califican como Gore y Zombie, metáforas cinéfilas que le describen.

La necropolítica, como la define el historiador y filósofo camerunés Achille Mbembe, es un orden basado en el control y el uso económico del poder de dar muerte. Antes, el psicólogo y filósofo francés Michel Foucault, había propuesto el concepto de biopoder para comprender la forma en que el poder ha sometido a su control y dominio la vida biológica de las personas, los cuerpos, la salud, que pasan a convertirse en objetos administrables por parte del poder.

Testigo directo de la absoluta descomposición de la vida en el África poscolonial que le consume desde el último tercio del siglo XX y se ahonda actualmente, Mbembe llega a comprender que la provocación y administración de la muerte no es una disfuncionalidad o anomia del modelo capitalista, sino su oxígeno. La necropolítica es la forma en que amplios sectores sociales quedan sistémicamente vinculados al orden capitalista global. Es una estrategia de control y uso económico de las muertes provocadas.

Ampliar la vida, expandir sus fronteras mediante la luz de la razón, la ciencia, el desarrollo y el progreso era la intención manifiesta de los estados contemporáneos surgidos a la luz de las transformaciones de finales del siglo XVIII y el XIX, e impulsados por las ideas de la ilustración y su heredero el positivismo. Así justificaron su hegemonía y la suplantación de las anteriores formas de gobierno y modos de producción. No es que verdaderamente tuvieran el germen para lograrlo o se lo propusiesen auténticamente, como la expansión colonialista lo demuestra, pero era su declaración manifiesta así fuera como recurso ideológico, en el más marxista de los sentidos posibles, como tergiversación de la realidad.

Hoy día, en cambio, el neoliberalismo globalizante solo acredita administrar la muerte. De ampliar la vida a administrar la muerte, describe a cabalidad la travesía del nuevo orden mundial.

El modelo económico global ha renunciado así a su anterior intención manifiesta que le llevó al poder: expandir la vida, protegerla, diversificarla. Por ello ya no realiza estrategias “universales” -pues no hay recursos, dicen- sino “focalizadas” para administrar la muerte, aunque la “focalización” se aplique a determinadas mayorías. No es asunto de número, sino de “objetivos” en un sentido estrictamente militar. Se trata de, recuérdese, administrar la muerte.

Necropolítica y violencia van de la mano pero más descarnadamente aún que antes, pues el poder de dar muerte, por decisión propia del Estado -vía la omisión y la corrupción-, ya no le pertenece exclusivamente sino que se ha distribuido a una amplia gama de poderes fácticos y criminales que se constituyen en “máquinas de guerra”, que activan y estimulan al mercado de diversas formas.

La guerra de Calderón con su secuela de miles de muertes y desapariciones, es la manifestación de la necropolítica en México. El nuevo gobierno federal prefiere no hablar de ella, pero ahí está, gozando de cabal salud.

Para algunos analistas y teóricos, la necropolítica es el embrión de un nueva variante del capitalismo al que denominan como Gore y Zombie, caracterizado por valores y prácticas económicas, políticas, sociales, culturales y simbólicas de la más extrema y explícita violencia en contextos de precarización económica, crimen organizado y los usos predatorios de los cuerpos.


(Artículo publicado en La Jornada San Luis y Revista Transición)


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