¿…y la pederastia, Papa?
La decisión de que Francisco no se reúna con víctimas de pederastia clerical en su próxima visita es lamentable. Independientemente de que tal decisión recaiga en la Conferencia Episcopal Mexicana (CEM), en este o aquél Arzobispo u Obispo, la Nunciatura Apostólica o hasta el propio Papa, se trata finalmente del reflejo de una consistente conducta institucional en la que el interés genuino y auténtico por las víctimas parece estar ausente. La pederastia clerical no es sólo un asunto del victimario investido de la figura sacerdotal en lo individual, es también una conducta de responsabilidad institucional.
Las razones que justificarían la reunión de Francisco con las víctimas son muchas. Empecemos por el hecho de que México ha sido uno de los epicentros del tema, desde Marcial Maciel hasta el potosino Eduardo Córdova Bautista, atravesando por una cada vez más larga lista, acreditaría razón suficiente. Cierto es que el fenómeno de los abusos sexuales ha tenido relevancia en Irlanda, Estados Unidos y Alemania, entre muchos otros lugares, pero México es el segundo país con mayor número de católicos solo por debajo de Brasil, suficiente razón para justificar la reunión. Está el antecedente de haberlo hecho al visitar otros países y en el propio Vaticano.
La imagen renovadora de Francisco debe apuntar, ante todo, al interior de las estructuras eclesiales. Hay acuerdo entre analistas que la llegada de Bergoglio en marzo del 2013 al Papado obedece en gran medida a los intentos renovadores de los cardenales no europeos, particularmente norteamericanos, para enfrentar los graves escándalos que condujeron a la renuncia de Ratzinger: los escándalos financieros y los de índole sexual. Así, el proyecto renovador de Francisco no obedece tan solo a su propia e individual personalidad, sino a un mandato que se expresó en el Cónclave que le eligió, y él lo sabe.
Hasta el momento los esfuerzos de Francisco para combatir los abusos sexuales al interior de la Iglesia están poblados de escenas misericordiosas y discursos enfáticos, pero de pobrísimos y escasos resultados.
Un año luego de su ascenso, en marzo del 2014, Francisco creó una Comisión Pontificia para la prevención de los abusos conformada por diecisiete integrantes, de las cuales dos son víctimas de abuso sexual que la han combatido firmemente y son ampliamente reconocidas por su lucha, la irlandesa Marie Collins y el británico Peter Saunders. Un bonito gesto sin duda que le daba visos de credibilidad. Pero de tal Comisión no se conoce con precisión los alcances de su mandato. Lo que sí ha dejado en claro la Santa Sede es que no lo tiene para investigar y juzgar casos individuales, por lo que no aborda denuncias concretas y más bien parece que habrá de limitarse a elaborar políticas a largo plazo contra los abusos. Por lo mismo, nada de castigos a los sacerdotes victimarios ni de los obispos y arzobispos que les encubren o lo hicieron. La semana pasada Peter Saunders terminó por renunciar, luego de que en diversas ocasiones manifestó públicamente su frustración por el lento ritmo de trabajo de la comisión.
Si la comisión vaticana no avanza, las iglesias locales menos aún. Aquí mismo en San Luis Potosí, cuando, luego de semanas de negar y hasta defender a Eduardo Córdova Bautista, la Arquidiócesis local reconoció lo ocurrido y en voz de su titular pidió disculpas públicas a los afectados, creó una Comisión de Justicia y Atención a las víctimas “a fin de dar seguimiento a cada uno de los casos que me sean referidos, con la encomienda de que se les dé un eficaz y adecuado seguimiento” decía textualmente el punto dos del comunicado de aquél 11 de junio del 2014. Tal Comisión nunca ha establecido contacto con víctima alguna del padre Eduardo Córdova hasta la fecha, a pesar de que, por encargo expreso de las víctimas de la Parroquia de Nuestra Señora de la Anunciación de la colonia El Paseo que presentaron la denuncia penal contra Eduardo Córdova, personalmente les contacté. Que me devolvería la llamada, me dijo entonces el presbítero Héctor Colunga uno de sus integrantes. Transcurrido año y medio, aún no ocurre.
No se trata, por supuesto, de que el tema de la pederastia clerical sea el tema central de la visita de Francisco, sería absurdo. Pero el gesto de la ausencia de una reunión con algunas de las víctimas, más aún cuando hubo expresas solicitudes, quedará en el inventario de la visita papal como una herida más para ellas.
(Artículo publicado en La Jornada San Luis y Revista Transición)