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¿Por qué en Guadalajara sí, y aquí no?

Cuando uno se entera que en días recientes, una manifestación de miles de personas, particularmente estudiantes, irrumpió en Guadalajara luego de que el camión de una línea urbana atropelló a veinte estudiantes matando a una de ellas, y que a raíz de ello el Gobierno del Estado requisó la línea, canceló la concesión y bajó los precios del transporte urbano ante el incumplimiento en las mejoras comprometidas por los permisionarios para el aumento, uno se pregunta ¿Por qué eso no ocurre acá?

La movilización ciudadana, si reúne ciertos elementos y ocurre en ciertas condiciones, produce efectos, no se duda. ¿Es, entonces, asunto de reunir tales elementos y crear ciertas condiciones? ¿Elementos y condiciones son susceptibles de ser modificadas para generar las movilizaciones?

¿Qué mueve a las personas a participar en movimientos reivindicatorios o de protesta? ¿Las condiciones, la indignación, la solidaridad, las razones, los sentimientos, la imitación, los medios utilizados para convocarle?

Son preguntas que tanto analistas como activistas solemos hacernos sin encontrar respuestas del todo claras. La única certeza es que cuando se genera un movimiento ciudadano capaz de colocar contra la pared a los actores involucrados, hay más condiciones para que las situaciones cambien.

Una tradicional explicación considera que la acción colectiva es el resultado de elementos estructurales y de situaciones supraindividuales como la pertenencia a una determinada clase social, o a una identidad comunitaria a la que la persona se adscribe más o menos conscientemente. Desde tal perspectiva, las personas toman consciencia de una situación de desventaja, vulnerabilidad o de opresión que tiene su origen no en el azar o la casualidad, sino en la forma en que está organizada [estructurada] la sociedad, e igualmente toman consciencia de su pertenencia a tal grupo, por lo que resuelven participar activamente en sus demandas. Algunas de mayor alcance [la toma del poder, la revolución social, etc.] y otras de una reivindicación más inmediata [una demanda específica, una protesta, etc.]. Esta explicación ofrece algunos límites, cierto ¿por qué aun existiendo ciertas condiciones estructurales, no ocurre la acción colectiva? No es que le falten a ésta perspectiva explicaciones a tal situación contrafáctica, recurriendo a explicaciones acordes con su perspectiva: falta de consciencia de clase o condiciones estructurales de dominación y manipulación. Lo que resulta innegable es que, en efecto, a pesar de la existencia de condiciones estructurales no siempre ocurre la acción colectiva.

Desde otra perspectiva, lo que permitiría desencadenar una acción colectiva es el cálculo de las personas respecto de los costos y beneficios de los recursos con los que cuenta el movimiento al que decide incorporarse. Sin negar que existan ciertas condiciones y que jueguen un importante papel, para ésta explicación lo determinante consiste en especificar bajo cuáles condiciones los individuos pueden llegar racionalmente a la realización de una acción colectiva. Así, solo la existencia de mecanismos que estimulen la participación en la acción, mediante beneficios selectivos y particulares para los participantes crea las condiciones para la acción colectiva. Tales beneficios pueden ser tanto materiales como intangibles [morales, identitarios, etc.], por lo que no puede hablarse de motivaciones en común así existan intereses compartidos.

Otra aproximación al fenómeno señala que la construcción de una acción colectiva está más vinculada con los “incentivos” y las “oportunidades políticas” que con las condiciones estructurales sociales o económicas. Así, la gente actúa en función de las oportunidades, y no tanto de las condiciones, aunque éstas también juegan un determinado papel. Desde este acercamiento, las oportunidades son políticas antes que económicas, además de hacer hincapié en condiciones y situaciones [recursos] externos al movimiento tales como los contextos políticos de debilidad o fortaleza de los poderes políticos, el conflicto al interior de las elites o el cambio de alianzas a su interior. Tal perspectiva, explica porque surgen los movimientos sociales y llegan a poseer una gran capacidad de presión y porque, también, luego la pierden rápidamente cuando tales oportunidades cambian. Existen, sin embargo, aspectos o elementos estables de la estructura de las oportunidades que condicionan la formación y las estrategias de los movimientos sociales: la fuerza del Estado [la cual no es constante en todos los temas o asuntos, y cambia como resultado de determinados factores y contextos], y las formas de represión y control. Otro elemento lo constituye la apertura institucional que puede facilitar las movilizaciones y hasta el logro de las demandas y objetivos.

Estas explicaciones, más de corte individual y funcional, también tienen límites y reciben críticas que las consideran formas muy limitadas de entender las acciones colectivas y, en general, el cambio social e, incluso, bastante funcionales al status quo pues le dan oportunidad de redimirse y renovarse, fortaleciéndose.

¿Por qué en Guadalajara sí y aquí no? Rebasa las posibilidades de éste espacio, o hasta de quien esto escribe, dar respuesta puntual. Pero no deja de ser buena ocasión para el análisis, así sea genérico, de las causas por las que las personas deciden participar activamente e involucrarse en acciones colectivas a favor de reivindicaciones, causas y movimientos.

(Artículo publicado en La Jornada San Luis y Revista Transición)


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