¿… a cuál Francisco?
No hubo una sola visita papal sino varias y hasta encontradas. Seis días y tantos escenarios dan cuenta de múltiples facetas. Las altas expectativas previas de un Papa reformador y “echado para adelante” contrastan con los silencios y evasiones. Los gestos observados permiten una amplia gama que abarca desde mensajes claros y atraviesan por la espontaneidad hasta la franca irreverencia y la desacralización. Para todo hay.
Pero -siguiendo la consigna serratiana- puestos a escoger: prefiero a Francisco acompañado de Raúl Vera ante la tumba de Don Samuel Ruíz el obispo vilipendiado por los poderosos de este país… al Francisco capturado por las élites políticas, económicas y sociales que se apropiaron de los escenarios y espacios oficiales en una extensión VIP del territorio del privilegio, en su grotesca búsqueda de legitimidad -foto y sordera incluidas-.
Prefiero a Francisco pidiendo perdón a las comunidades indígenas por la exclusión de su cultura y valores… al Francisco que no tuvo el tiempo ni la voluntad requerida para hacerlo con las víctimas de abuso sexual clerical, prefiriendo abordar el tema a mitad del Atlántico en el avión que le llevaba de regreso. La pederastia clerical es una forma de violencia que no puede, sin más, abordarse para diluirse en la genérica denuncia de las “víctimas de la violencia” por tratarse de una violencia institucional cuya responsabilidad recae directamente en la que él preside. Que en anteriores ocasiones haya hecho claros y tajantes pronunciamientos sobre ellos, en Roma, Estados Unidos e Irlanda, y ahora en medio del Atlántico, no es razón suficiente para no haberlo hecho durante su visita al país cuya Iglesia generó a Marcial Maciel, Nicolás Aguilar y Eduardo Córdova, entre otros. Él mismo, refiriéndose al narcotráfico, les dijo en su discurso a los obispos que no deben refugiarse “en condenas genéricas, sino que [-el problema-] exige un coraje profético”. No lo hizo él.
Prefiero a Francisco que se dirige a la jerarquía católica mexicana advirtiéndoles no dejarse corromper por el materialismo trivial ni por las ilusiones seductoras de los acuerdos debajo de la mesa; ni poner su confianza en los “carros y caballos de los faraones actuales”; ni temerle a la transparencia pues no requieren de la oscuridad para trabajar… al Francisco que prefirió callar, frente a ellos, sobre la criminal conducta de encubrimiento ante la pederastia clerical que tal jerarquía sistemáticamente ha realizado.
Prefiero a Francisco señalando ante los faraones actuales reunidos en Palacio Nacional que la búsqueda del privilegio o beneficio de unos pocos se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia y la muerte… al Francisco tomándose la foto con la familia de Eruviel Ávila.
Hasta prefiero al Francisco que le sorraja sin miramientos un “¡no seas egoísta!” a quien le jalonea haciéndole perder el equilibrio y casi caer encima de un niño con discapacidad.
Prefiero, con creces, a Francisco que a los dos Papas anteriores, le he dejado en claro en anteriores colaboraciones sobre el tema. Hago votos para que sus esfuerzos renovadores despierten del aletargamiento autorreferencial que ha caracterizado, lastimosamente, a las instituciones eclesiales en el mundo contemporáneo, y les conduzca por caminos más clara y decididamente evangélicos.
Puedo entender, como señalan algunos, que no se trataba de realizar en su gira “una cruzada incendiaria en contra de los poderosos ni… poner fin a los vicios enquistados de la Iglesia en nuestro país [lo realizado en México durante la visita] Quizá no sea un comportamiento transgresor, propio de un líder revolucionario; es más bien el de un estratega cauto que desea poner en movimiento procesos transformadores de largo aliento, [por lo que] el Papa cumplió con los requisitos diplomáticos que se esperaban del jefe del Vaticano y cabeza de esa institución llamada Iglesia Católica.” (El País, 17-feb-2016). O que, como un buen amigo académico opina, los silencios del Papa forman parte de acuerdos entre el alto clero y el Estado mexicanos previamente negociados para permitir la visita. Más aún, que ello es un legítimo ejercicio del Estado mexicano a establecer la agenda del visitante extranjero que quiere realizar una visita pastoral. Será. Son análisis pertinentes a considerar, sin duda.
Pero, de nuevo -como dice Serrat-, puestos a escoger: prefiero al Francisco profético al Jefe de Estado cauto. Muy mi gusto.
P.D. También prefiero a los seminaristas, religiosas y religiosos que hicieron el conteo hasta 43 en memoria de los normalistas de Ayotzinapa durante un evento en Morelia… les prefiero a los Arzobispos y obispos en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México. Y hago votos para que las y los primeros se conviertan en esa nueva generación que desplace a tales jerarcas que, con escasísimas excepciones y -como les dijo Francisco- están más atentos de “habladurías e intrigas, en los vanos proyectos de carrera [y] en los infecundos clubs de intereses o de consorterías”.
Amén.
(Artículo publicado en La Jornada San Luis y Revista Transición)