El mal humor
Incapaces de entender las razones por las que los mexicanos no reconocen lo bien que marcha la nación así como los denodados esfuerzos de las autoridades y la clase política del país, el círculo en el poder sólo atina a atribuir al “mal humor” social el desplome de la percepción ciudadana respecto del desempeño gubernamental que se manifiesta en la sostenida baja de los índices de popularidad y el aumento de la reprobación al gobierno de Peña Nieto, que todas las encuestas reflejan.
José Antonio Meade Kuribreña, secretario de Desarrollo Social, lo dijo y escribió en su cuenta de twitter: “Dejemos el mal humor y la crítica sin fundamento; tenemos un gran país”; “A veces nos gusta decir que las cosas van mal, que el país no está funcionando”. El propio Peña lo señaló también durante la inauguración del Tianguis Turístico en Guadalajara, aludiendo a que “hay un mal ambiente, un mal humor social” que estaría impidiendo ver los “avances” que, por supuesto, él impulsa.
Lo hacen a contracorriente del Reporte Mundial de la Felicidad de la ONU, donde México aparece entre los países más felices del mundo: el 21 entre 151 y el tercero en la región latinoamericana. Ya se ve que tampoco resultan muy certeros en atribuir al “mal humor” social la incomprensión ciudadana a su gestión.
Pero veamos: qué tipo de humor puede, razonablemente, pedírseles a los familiares de desaparecidos que se han visto obligados a organizar la Brigada Nacional de Búsqueda para, ellos mismos, cavar este osario llamado México, para hacer lo que durante años no han querido hacer las autoridades hasta el punto de acumular más de 26 mil personas desaparecidas impunemente. Ellos y ellas, con sus propios recursos, sin apoyo gubernamental alguno encontraron más de 145 cuerpos, 48 fosas clandestinas y alrededor de 30 tambos metálicos con un número no determinado de cuerpos en su interior en Iguala, Guerrero. 50 fosas más en Tamaulipas y en un par de semanas otras 15 en el municipio de Amatlán de los Reyes, en Veracruz. Las autoridades les han hecho el vacío con indiferencia. ¿Qué humor, entonces, puede pedírseles? No sólo a quienes integran la Brigada, familias de Guerrero, Coahuila, Sinaloa, Chihuahua y Baja California, sino a las de los más de 26 mil desaparecidos.
Qué tipo de humor puede, sensatamente, pedírseles a los cientos de organizaciones ciudadanas que desplegaron enormes esfuerzos humanos y económicos durante 64 días para conseguir las 634,143 firmas de ciudadanos, casi seis veces más de las legalmente requeridas para la presentación de una iniciativa ciudadana, en este caso la llamada Ley 3de3 que es la propuesta de una Ley General de Responsabilidades Administrativas, pieza fundamental para el funcionamiento del Sistema Nacional Anticorrupción (SNA), aprobado hace un año si, finalmente, el Senado terminó su periodo de sesiones sin dictaminarla siquiera sino, por el contrario, descarrilándola. Con ello el Legislativo impunemente incumplirá con la fecha límite autoimpuesta del 28 de mayo para implementar el SNA. Ya se ve que no tienen prisa. ¿Qué humor solicitarles, entonces, a las decenas de organizaciones y las más de 600 mil personas?
Qué tipo de humor cabe solicitar, de forma justificada, a la opinión pública que observa la forma en que el gobierno mexicano se ha conducido respecto del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), nombrado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA para coadyuvar en la investigación de los ignominiosos hechos de la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Luego de consentir y hasta veladamente impulsar una campaña de desprestigio en su contra así como obstaculizar su trabajo, resuelve no solicitar más su estancia en el país y cínicamente señala que considerarán las recomendaciones emitidas por el GIEI, cuando continúan sosteniendo en el cargo al desacreditado Tomás Zerón director de la Agencia de Investigación Criminal. ¿Hay razones para el “buen humor”, entonces?
Sí, en efecto, hay “mal humor” colectivo en el país a pesar del buen ranking en el Reporte Mundial de la Felicidad de la ONU. Cabría decir, acaso, que tal se dirige particularmente al ámbito de la política que nos agravia. Y que las felicidades cotidianas de la vida personal, el disfrute de los seres queridos, el aprovechamiento del ocio, el goce de la cultura y esos otros “pequeños terribles encantos que tiene el hogar” –como lo condensa Silvio Rodríguez–, siguen siendo el refugio del espíritu que busca cobijo y fuerza ante las afrentas del poder.
(Artículo publicado en La Jornada San Luis y Revista Transición)