Dos años del caso Córdova (I). La exposición pública
Dos años hace, un miércoles 9 de abril del 2014, estalló el escándalo que cimbró a la sociedad potosina, con particulares efectos en la Arquidiócesis local.
En entrevista radiofónica transmitida por el desaparecido noticiero matutino de Carmen Aristegui el ex sacerdote y reconocido activista contra el abuso sexual clerical, Alberto Athié, de forma casi incidental denunció a Córdova Bautista adjudicándole hasta un centenar de casos, conminando a los afectados a presentar sus denuncias.
Las declaraciones tuvieron un inmediato efecto local dada la trascendencia del personaje en la entidad, tanto por su papel de representante legal de la Arquidiócesis durante veintidós años como por su conocida cercanía y estrecha relación con las élites social y política potosinas.
En efecto, Córdova igual acudía al nombramiento de los delegados federales, como formaba parte de diversos consejos consultivos del Poder Ejecutivo, la Comisión Estatal de Derechos Humanos y la autoridad municipal, y era ampliamente solicitado por la élite social para celebrar bodas, primeras comuniones, bautizos y ceremonias litúrgicas.
Una familia que había denunciado, dos años antes, ante la Arquidiócesis a Córdova Bautista por el abuso cometido contra un menor de edad, decepcionada de que el trámite interno se alargaba sin tomar medidas contra el sacerdote que, por el contrario, seguía figurando en todo tipo de celebraciones religiosas y eventos públicos y, más aún, habían sido obligados a firmar una declaración jurada ante Dios, titulada Carta Testimonial Juramentada, presentada en “estricta reserva” para mantener en secreto los delitos sexuales, como consta en un documento interno de la Arquidiócesis identificado con la clave VVC-26/12, resolvió contactar a Athié, quien realizó la denuncia pública entonces.
En el transcurso del procedimiento eclesial la familia conoció la existencia de expedientes y procedimientos de anteriores quejas contra Córdova que, de haber sido debidamente atendidas, habrían evitado el abuso al menor cercano a ellos.
Resentido, mentiroso, sensacionalista y difamador, fue lo menos que dijo en su inicial reacción, de muchas más que habría en tal sentido, Juan José Priego Rivera el vocero oficial de la Arquidiócesis: “…se ve que hay mucho resentimiento del Alberto Athié contra la iglesia… ¿Cómo se atreve a decir, o porqué lo dice?” (prensa local del 10 de abril del 2014). Pocos días después el propio arzobispo salió en abierta defensa de Córdova Bautista y hasta se compadeció de él (prensa local del 14 de abril del 2014)
Pero sería mayo el periodo de mayor exposición pública del caso. Entrevistas a víctimas del padre Córdova publicadas por la reconocida periodista y experta en el tema Sanjuana Martínez los días 4, 18 y 20 en la prensa nacional, dinamitaron las reiteradas negativas y desestimaciones con las que la Arquidiócesis potosina y poderosos sectores sociales enfrentaron las iniciales acusaciones.
Los testimonios eran demoledores y revelaban a un sociópata de conductas sórdidas que seleccionaba a sus víctimas por el grado de vulnerabilidad de las mismas valiéndose de su investidura sacerdotal. Un personaje en las antípodas de la obsequiosa consideración que le era brindada por la élite potosina.
Las víctimas narraban los abusos a que fueron sometidos, el modus operandi seguido por el encumbrado presbítero y las permanentes secuelas en sus vidas. Son ahora profesionistas que se desempeñan en el ámbito local y fueron ex alumnos del Instituto Potosino Marista. Optaron por mantener el anonimato sabiendo del enorme poder del que disfrutaba Córdova, públicamente todavía defendido entonces por el vocero oficial arquidiocesano, el propio arzobispo y algunos sectores de la élite local.
Pero hubo también quienes optaron por la denuncia pública. El 21 de mayo, otro miércoles, en una célebre y multitudinaria conferencia de prensa acompañados tanto de Athié como de Sanjuana Martínez, dos de las víctimas, Humberto Abaroa y Gunnar Mebius, ofrecieron su abierto testimonio ante un abigarrado auditorio compuesto de un muy representativo sector de la élite social local y católica. Algo inédito.
En medio, perdidos en el bullicio de las airadas expresiones de rechazo y reclamo contra Córdova, se encontraban otras víctimas, las de la popular colonia El Paseo, en cuya parroquia el presbítero también desplegó sus sociópatas conductas afectando a decenas de menores de edad. Familias afectadas presentaron, diez años hacía, denuncias ante la Arquidiócesis entonces presidida por Luis Morales Reyes pero no les hicieron caso y encubrieron abiertamente al pederasta, protegiéndole al transferirlo de la parroquia sin consecuencia alguna.
Profundamente contrariados por las persistentes declaraciones de las semanas previas en que la Arquidiócesis negaba la existencia de acusaciones contra Córdova, desestimaba las realizadas y hasta le defendían, llegaron con su testimonio acompañado de documentos que daban fe del intercambio de correspondencia oficial entre las víctimas y la Arquidiócesis y su protección a Córdova. Un conocido común me los presentó al terminar la tumultuosa y célebre conferencia de prensa de Abaroa y Mebius, ahí mismo nos mostraron la documentación con membrete y sello oficial de la Arquidiócesis y la propia firma de Luis Morales Reyes. Su publicación en un nuevo reportaje de Sanjuana Martínez el 27 de mayo terminó por desmoronar la postura eclesial.
Los abusos cometidos a decenas de menores de edad en la Parroquia de Nuestra Señora de la Anunciación de la colonia El Paseo, a pesar del tiempo transcurrido aún no prescribían penalmente. Ello permitió que el 30 de mayo se interpusiera la denuncia 289/V/2014 ante la Subprocuraduría Especializada Para la Atención de Delitos Sexuales, contra la Familia y Derechos Humanos del Estado.
Días antes, el 19 de mayo, en la intersección de dos importantes avenidas en plena colonia Lomas, uno de los centros neurálgicos de la élite social local, en un espectacular fue colocada la imagen del sacerdote conminando a sus víctimas a denunciarlo. La fotografía del espectacular dio, literalmente, la vuelta al mundo.
Otro miércoles, el 11 de junio, dos meses luego de la denuncia inicial, el Arzobispo potosino Carlos Cabrero se vio obligado a reconocer los abusos de Córdova, pedir perdón a las víctimas “por estos actos deleznables que han llenado de vergüenza a la Iglesia potosina” y exhortándole muy tardíamente a dar la cara y responder por los crímenes de que se le acusa, por el bien de su conciencia “y para evitar un daño mayor a esta Iglesia”. Días previos anunció también que el Vaticano había decidido suspender sus licencias ministeriales y darlo de baja como sacerdote.
(Artículo publicado en La Jornada San Luis y Revista Transición)