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Grecia y la democracia del siglo XXI

Nadie regatea a Grecia, particularmente a la Atenas del periodo clásico (siglos V y IV a. C), ser la cuna de la “democracia de los antiguos”, aquella que si bien directa era muy poco inclusiva, pues sólo los varones adultos libres podían participar en la ekklesia (asamblea) reunida en el ágora para la toma de decisiones de la pólis. De tal suerte que, al excluir a infantes, mujeres, esclavos y a los extranjeros residentes en Atenas (metecos), se calcula que sólo una décima parte de la población era titular de derechos políticos entonces. (Valentina Pazé. 2014. La democracia de los antiguos, la democracia de los modernos.)Tal “democracia” poco tiene que ver con la “democracia de los modernos”, un modelo de organización de la vida política que, a resultas de los combinados efectos y secuelas de las revoluciones Francesa e Industrial (s. XVIII y XIX) se fue extendiendo en Europa y América. La democracia moderna, caracterizada por ser representativa y republicana, hunde sus raíces ideológicas en los movimientos liberales y tiene en el capitalismo industrial su concomitante económico al punto que el binomio democracia-capitalismo se instaló, tanto política como culturalmente, en la organización de las sociedades industriales occidentales –ya fueran centrales o periféricas– particularmente durante la posguerra. El periodo de la Guerra Fría y la final derrota del bloque socialista europeo parecían consolidar lo acertado del binomio.En un sugerente artículo titulado ¿Democracia o capitalismo? (2013), el reconocido y prestigiado sociólogo de la Universidad de Coimbra en Portugal, Boaventura de Sousa Santos, analiza la tensa relación, incluso contradictoria, que ambos conceptos han guardado a través de la historia reciente.En su análisis no hay duda respecto que: la democracia liberal fue históricamente derrotada por el capitalismo. En su recorrido concluye que desde la década de los setenta: los Estados centrales han estado manejando el conflicto entre las exigencias de los ciudadanos y las exigencias del capital mediante el recurso a un conjunto de soluciones que gradualmente fueron dando más poder al capital. La crisis económica global del 2008 es su colofón, pues en ella: se volvió claro quién había ganado en el conflicto distributivo: el capital. La prueba: la conversión de la deuda privada en deuda pública, el incremento de las desigualdades sociales y el asalto final a las expectativas de una vida digna de las mayorías (los trabajadores, los jubilados, los desempleados, los inmigrantes, los jóvenes en busca de empleo) para garantizar las expectativas de rentabilidad de la minoría (el capital financiero y sus agentes).Habría que añadir como adicional prueba el reciente y afamado libro del economista francés Thomas Piketty, “El capital en el siglo XXI”, que ofrece un detallado análisis de la distribución del ingreso y la riqueza durante las recientes cuatro centurias, que no deja lugar a dudas respecto de las ya temibles consecuencias de la desigualdad social en el actual momento histórico.Para el sociólogo portugués, el capitalismo ha logrado conformar una democracia funcional a sus naturales pulsiones de acumulación y concentración de riqueza en poquísimas manos: y siempre que la democracia se mostró disfuncional, se mantuvo abierta la posibilidad del recurso a la dictadura, algo que sucedió muchas veces. Boaventura de Sousa Santos no duda: La democracia[liberal] perdió la batalla y sólo evitará ser derrotada en la guerra si las mayorías pierden el miedo, se rebelan dentro y fuera de las instituciones y fuerzan al capital a volver a tener miedo, como sucedió hace sesenta años.Es preciso –concluye el análisis– convertir al ideal democrático en una realidad radical que no se rinda ante el capitalismo […] Buscar una concepción de la democracia más robusta […] debe ser necesariamente una democracia posliberal, que no puede perder sus atributos para acomodarse a las exigencias del capitalismo. Al contrario, debe basarse en dos principios: la profundización de la democracia sólo es posible a costa del capitalismo; y en caso de conflicto entre capitalismo y democracia debe prevalecer la democracia real.Es justo lo que ocurre ahora en Grecia. Por trillado que parezca, la “cuna de la democracia” occidental, coloca ahora el dedo en la llaga de la actual democracia, así como en sus contenidos, concepción y posibilidades futuras: ¿quién debe mandar, el capital o las mayorías? ¿Puede la democracia otorgarle poder real a la ciudadanía? ¿Seguirán imponiendo sus decisiones los mercados, y unos cuantos miles de especuladores financieros que les conducen, en beneficio de intereses privados y especulativos, así sea a través de los Estados y sus bancos centrales?No es poco lo que se juega ahora mismo, en estos días y horas cruciales en Grecia.

(Artículo publicado en La Jornada San Luis y Revista Transición)


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