Medina Mora en la SCJN, signo ominoso
El nombramiento de Eduardo Medina Mora como ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación es un signo ominoso de los cada vez más notorios intentos de restauración autoritaria que vive el país.
Ahondar respecto de la más absoluta falta de idoneidad para el cargo resulta ya ocioso. Conviene analizar ahora el mensaje político que su designación supone.
Tal nombramiento lastima profundamente a las instituciones formales democráticas del país, además de enviar un abierto y claro mensaje de menosprecio a la opinión pública crítica que levantó su voz en contra de tan indecoroso nombramiento. Pero nada parece importar ante la voluntad de imponerle y someter al Poder Judicial para subordinarle al proyecto de restauración autoritaria.
Su nombramiento profundiza y agrava la crisis de legitimidad por la que atraviesan las instituciones del país tanto por el nombramiento de alguien sin mérito alguno para el cargo sino justo lo contrario, así como por la forma en que ocurrió.
Que buena parte de la bancada panista en el Senado apoye la propuesta del titular del Ejecutivo, así como la conveniente ausencia de unos cuantos senadores de la izquierda, que permitió la apurada obtención de los votos mínimos requeridos, sólo demuestra que la colusión de intereses de la clase política y la partidocracia están por encima de cualquier formalidad democrática.
En vísperas de los procesos electorales, el desdén de la partidocracia por la opinión pública crítica del país que se manifestó claramente en contra del nombramiento de Medina Mora, refuerza la convicción de amplios sectores ciudadanos, movimientos y organizaciones sociales de que los mecanismos electorales –que conformaron el actual Senado, que decidió el nombramiento– han llegado a un callejón sin salida y que no constituyen una forma efectiva de establecer límites al poder, menos aún de impulsar el cambio político y social en México confirmando, desde tal perspectiva, que los procesos electorales han perdido sustancia al igual que los mecanismos funcionales de control político que, en teoría, deberían –al menos– controlar los excesos del poder desde el interior de las instituciones mediante la pluralidad y la efectiva representación ciudadana al interior del Congreso.
El mensaje es muy peligroso pues ayuda a legitimar las propuestas de algunas de las expresiones políticas más radicales que, hoy día, en algunas regiones del país tienen la capacidad de impedir de facto u obstaculizar seriamente la realización de procesos electorales en sus zonas de influencia. ¿Cómo convidarles a que utilicen los cauces institucionales de la formalidad democrática si estos resultan notoriamente insuficientes para oponerse, siquiera, a los designios del poder y hasta se coluden con él, como en el caso del nombramiento de Medina Mora?
Cierto es que una minoría de senadores panistas y otros que representan a los diversos partidos de izquierda sí actuaron como contrapeso efectivo. De conformarse el Senado –y la Cámara de Diputados, así como los Congresos locales– con más legisladores con tal perfil independiente hasta de las propias cúpulas partidocráticas las cosas podrían ser diferentes. En el actual contexto resulta difícil encontrar tales perfiles entre quienes son postulados a cargos de elección. Es difícil, pero los y las hay, un ejemplo es Javier Corral. De ahí que resulte importante que en los próximos comicios el electorado atienda ante todo al perfil de los y las candidatas y su efectiva capacidad de representar los intereses ciudadanos antes que los de las cúpulas partidistas.
Ni qué decir sobre el retroceso que en materia de derechos humanos significa el nombramiento de Medina Mora, quien durante su gestión como procurador los vulneró gravemente e impulsó una visión regresiva de los mismos. Justo por ello es que a los impulsores de la restauración autoritaria les conviene incrustarle en la Suprema Corte de Justicia.
Posdata.- A los vientos de la restauración autoritaria se suma ahora la empresa MVS en su amago de censura contra la reconocida periodista Carmen Aristegui, voz imprescindible en nuestro México actual. De concretarse su salida de la frecuencia radiofónica, se vulnerará grave y seriamente el derecho a la información de una de las audiencias más numerosas e importantes del país. Resulta imposible no asociar lo ocurrido con su labor periodística crítica tan incómoda a los poderes políticos y fácticos. Preocupante, muy preocupante.
(Artículo publicado en La Jornada San Luis y Revista Transición)