Año electoral
Para bien o para mal el 2015 tendrá un sesgo electoral.
Los procesos electorales marcarán no sólo el año que inicia, tendrán gran dosis de impacto en el futuro inmediato y a mediano plazo, particularmente donde ha de renovarse la conformación de los poderes públicos como en nuestro San Luis Potosí.
Las consideraciones en torno a los procesos electorales del 2015 tienen muchas y variadas aristas imposibles de abarcar de un plumazo. En esta colaboración, a manera de apunte, señalo algunas de las ineludibles líneas de reflexión que deberán abordarse en este año electoral.
Desde la numeralia que da cuenta de las cifras de casillas a instalar, ciudadanos a capacitar para integrar las mesas directivas y los millonarios recursos que se gastarán, hasta el sentido y aporte efectivo que las elecciones pueden tener, o no, en el actual contexto nacional.
Ante la crisis política que enfrenta el país, manifestada en las protestas y movilizaciones ciudadanas, la severa caída de la aceptación en la gestión de la presidencia, los inocultables conflictos de interés, cuando no la abierta corrupción, que continúan minando la confianza pública en las instituciones, así como por los malísimos resultados y pronósticos económicos que enfrenta el país, vale la pena preguntarse ¿votar, para qué?
¿Votar resolverá algo de lo señalado? Hay incluso quienes opinan que, justo votar es lo que nos ha conducido a la crisis. ¿No fue, acaso, a través de un proceso electoral que José Luis Abarca llegó a ser presidente municipal de Iguala, y desde tal puesto de representación popular ordenó el ataque a los normalistas de Ayotzinapa? Y es sólo un ejemplo, ya que es innegable que los procesos electorales no sólo han conducido a criminales al poder, además han instalado a corruptos, ineptos, alcohólicos, abusadores sexuales de menores, y toda laya de personajes siniestros. De vez en cuando, muy de vez en cuando, los procesos electorales también han instalado al frente de los gobiernos a gente decente como a José Mujica –así sea en Uruguay– o, hace algunos ayeres, a Salvador Nava aquí en nuestro San Luis Potosí. Por lo que no necesariamente los procesos electorales llevan a los y las peores (la kakistocracia) al poder. ¿Cuál es el factor crucial y otros más que operan para una situación o la otra? Tema agudo y del que también habrá que reflexionar.
Así, ya hay llamados sea para un boicot electoral, el voto nulo y hasta el abierto rechazo a la realización, siquiera, de elecciones. Distinguiéndolos, cierto, pues no son lo mismo, pero cada uno de ellos es un desafío a los procesos electorales que no deben soslayarse.
Deberá considerarse también, y ponderar, la postura de quienes estiman que, a pesar de todo, las elecciones continúan siendo una fórmula irremplazable para lograr que la diversidad de opciones que existen en una sociedad puedan convivir y competir de manera ordenada e institucional, y para que los ciudadanos puedan escoger entre ellas, y que, en tanto mecanismo y procedimiento, resultan ineludibles para la conformación de los poderes públicos en cuanto que son el medio para el acceso a las principales posiciones gubernamentales. Ya el reconocido Karl Popper afirmaba hace tiempo que las elecciones sirven para que se puedan cambiar a los gobiernos sin derramamientos de sangre. ¿Continúa vigente tal axioma?
Será que, como se le atribuye autoría a Winston Churchill, ¿La democracia es la peor forma de gobierno, excepto todas las otras formas que se han probado de tiempo en tiempo? o, en su variante menos precisa aunque más divulgada, que “La democracia es el menos malo de los sistemas políticos”.
O será, más bien, esa “cáscara vacía” que señalaba Mandela cuando ocurre que a pesar de la existencia de un sistema democrático, elecciones incluidas, ocurre que no hay comida para quien tiene hambre, ni medicamentos cuando se está enfermo, prevalece la ignorancia y no se respetan los derechos elementales de las personas, aun cuando los ciudadanos voten y tengan congresos, parlamentos y autoridades formalmente legítimas.
El binomio democracia-elecciones, que no son lo mismo, cierto, pero están inevitablemente asociadas, deberán ser objeto de estas y otras reflexiones a lo largo de este año electoral. Ya habrá ocasión de abordarlas con acaso algo más de profundidad.
(Artículo publicado en La Jornada San Luis y Revista Transición)