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No más complacencia en la CNDH

Se aproxima el relevo en la Presidencia de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH). Cinco años ha sido ocupada por Raúl Plascencia, continuando así la saga de un grupo que la ha capturado.

En tal periodo México ha vivido algunas de las más graves violaciones a los derechos humanos de su historia reciente, sin que a la CNDH se le viera en su debido lugar para señalarlas y condenarlas oportuna, firme y decididamente.

De la masacre de 72 migrantes (agosto del 2010), siguiendo por la de al menos 193 pasajeros de autobuses foráneos quienes fueron encontrados en fosas clandestinas también en San Fernando Tamaulipas (abril del 2011), hasta llegar a las ejecuciones sumarias de Atlaya y los salvajes sucesos de Iguala contra los estudiantes de Ayotzinapa, por solo mencionar los extremos cronológicos, el país ha atravesado por una guerra contra el crimen organizado declarada por el anterior Ejecutivo que se tradujo en más de 80 mil muertos, más de 20 mil desaparecidos, más de 120 mil desplazados, cientos de miles de familias rotas y ciudades, pueblos y rancherías sometidos al miedo, la violencia y la desolación. El alarmante aumento de la tortura, el incremento progresivo del número de desapariciones forzadas, el elevado número de asesinatos, desapariciones y actos de intimidación y hostigamiento registrados contra defensores y defensoras de derechos humanos y periodistas.

No son percepciones subjetivas y personales. Todo ello está plenamente documentado, señalados tanto por el Comité Contra la Tortura y el Grupo de Trabajo sobre las Desapariciones Forzadas o Involuntarias, ambos de la ONU, informes temáticos y de relatorías de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA. Igual apuntan los informes de Amnistía Internacional, Human Rights Watch, y de los organismos civiles defensores de derechos humanos nacionales. Todos ellos indican, a todas luces, que hay un gravísimo retroceso en materia de derechos humanos y una situación muy cercana al desastre humanitario en el tema. Una calamidad que debió evitarse y combatirse, y donde la CNDH de Plascencia fue por demás complaciente con la administración tanto de Calderón como la actual de Peña Nieto. Ello también se constata en la mayoría de las fuentes señaladas.

No debe olvidarse que Plascencia llegó a la CNDH por un acuerdo entre el PRI y el PAN, cuyo promotor no fue otro que el mismo Manlio Fabio Beltrones.

Hoy día continúan impulsando su reelección destacándose, de acuerdo a testimonio de Sergio Aguayo, los senadores Pablo Escudero del Partido Verde (yerno de Manlio Fabio quien, además, trabajó en la CNDH) y Mariana Gómez del Campo, comadre del propio Plascencia

La CNDH de Plascencia es una vergüenza, a la que debe sumarse ser uno de los sistemas públicos de protección de los derechos humanos más caro y, como se ve, ineficiente del mundo. Ni los sistemas de la ONU o de la OEA reciben tanto dinero como la CNDH

En el terreno local, la CNDH jugó un papel fundamental en el relevo del organismo público de derechos humanos, la CEDH. Su cabildeo ante el ejecutivo fue fundamental para que éste diera la instrucción al Congreso para elegir como su titular a Jorge Vega Arroyo, quien trabajó durante diez años a su interior. Tal elección puede enmarcarse en un ejercicio de “colonización” de la CNDH de los organismos estatales.

En efecto, durante la actual administración de la CEDH el estrechamiento de los lazos con la CNDH son notorios, al punto que, siguiendo una lamentable práctica, la CEDH se ha encargado de solicitar a diversas organizaciones de la sociedad civil (OSC) que han sido “beneficiarias” de diversas capacitaciones o eventos realizados conjuntamente entre CEDH y CNDH, una carta de apoyo para la reelección de Plascencia, de esta manera corresponde al favor de haber maniobrado ante el gobierno local para su nombramiento.

Si bien entendible que pueda resultarle difícil negarse a las solicitudes de quien le promovió al cargo y fuera su patrón laboral, bien haría en deslindarse de una administración que por omisa y complaciente bien puede señalársele como cómplice e iniciar un derrotero propio y de verdadera autonomía, no solo ante el gobierno local sino también de un organismo público que ha terminado por desdibujar, sino hasta traicionar, su mandato legal en materia de defensa los derechos humanos.

La reelección de Plascencia, de ocurrir, sería una nueva calamidad para los derechos humanos en México.


(Artículo publicado en La Jornada San Luis y Revista Transición)


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