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¿Eliminar plurinominales?

Eliminar diputados y diputadas plurinominales es una idea que goza de popularidad.

Colocados en los más bajos lugares de la confianza ciudadana, por debajo incluso de las policías, los y las diputadas se perciben como un fardo presupuestal y un abrigo de parásitos. Más aún las diputaciones plurinominales que no están sujetas directamente al voto ciudadano, sino a las decisiones de las cúpulas de los partidos políticos, la otra más desprestigiada -por cierto- de las instituciones ante la opinión ciudadana.

En efecto, diputados y partidos políticos ocupan los dos últimos lugares en la calificación de confianza ciudadana. Resulta natural que una propuesta encaminada a “castigar” a tan desprestigiados actores sociales goce de alta dosis de popularidad.

Las policías también gozan de baja confianza ciudadana, sin embargo pocos proponen eliminarlas sino, más bien, reformarlas o regenerarlas combatiendo la corrupción, mejorando el perfil de ingreso y hasta otorgar más altas remuneraciones a sus integrantes. O bien, se busca transformarlas mediante la implementación de modelos y esquemas de proximidad que les otorguen más eficacia y confianza. Las más drásticas estiman en suplantarlas por policías comunitarias, pero en toda esa amplia gama, nadie considera seriamente eliminar, sin más, las policías a pesar del bajo nivel de confianza ciudadana del que gozan.

¿Por qué no ocurre lo mismo con senadores y diputados? Podría decirse que, si bien, no son confiables las policías siempre existe la necesidad social de ciertos cuerpos de seguridad para preservar cierto orden, pero ¿no puede decirse algo parecido de la necesaria y requerida labor legislativa de los y las congresistas?

En efecto, el problema radica en la distancia entre el diagnóstico, el remedio propuesto y los fines perseguidos. Mientras que, por razones distintas, el mal es el mismo entre policías y diputados: la baja confianza ciudadana, las propuestas de solución -en cambio- no atiende al fondo del problema para el caso de los diputados y sí para el de los cuerpos policíacos.

El problema de fondo, para el caso de los congresos, es el problema de la ausencia de representatividad tanto de los partidos políticos, más aguda para el caso de las plurinominales, que se deciden por meras afinidades entre quien aparece en la lista y el respectivo grupo dirigente en turno que conduce, al momento del correspondiente registro del listado ante la autoridad electoral, la burocracia partidista. La más absoluta ausencia de representatividad y el control cupular de la partidocracia, son los problemas de fondo que el sistema de partidos debería buscar resolver antes.

Diagnóstico, remedio y fines deben ser consistentes si se busca con autenticidad resolver algo. Si, para el caso, el diagnóstico y el remedio son discrepantes, los fines perseguidos lo son aún más.

Con la popular propuesta, se abre la puerta a serios riesgos de retrocesos políticos que nos conducirían de vuelta al no tan pasado lejano en que el partido oficial en turno obtendría mayorías artificiales y una indebida sobrerrepresentación en detrimento de la pluralidad democrática y de la política misma, pues sería un incentivo perverso para la búsqueda de establecer permanentemente acuerdos entre las distintas fuerzas políticas. Otro riesgo sería el abierto control hegemónico del Ejecutivo sobre el Congreso, atemperado en parte con la actual pluralidad en su interior.

Fines distintos a la búsqueda de remediar un problema real es lo que parece conducir la propuesta de eliminar diputaciones plurinominales, entre otras la de colocar un tema que goza de popularidad para obtener simpatías electorales antes que resolver el problema de fondo. Algo que demostró la embustera campaña de promoción de la pena de muerte impulsada por un partido político en el anterior proceso electoral federal.

Eliminar plurinominales suena bien porque goza de popularidad, pero hacerlo por tal motivo antes que para resolver el problema de fondo de la auténtica representatividad y la partidocracia, puede conducir a serios riesgos democráticos. Habrá que analizar y debatir seria y profundamente.


(Artículo publicado en La Jornada San Luis y Revista Transición)





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