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Los justos en tiempos de la kakistocracia de los ojetes

A la memoria de Pepe Herrera Marcos.

Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura,

en la utilidad de la virtud… (José Martí, Prólogo a Ismaelillo, 1882).


Pueden llenarse páginas de las conductas personales, sociales y corporativas nada edificantes de los y las poderosas: Góngora Pimentel encarcelando a la madre de sus hijos autistas, Azcárraga siendo beneficiado con la condonación de millonarias deudas fiscales, Granier y sus bellacos saqueando Tabasco, los y las juniors de los grandes políticos malgastando impune, ostentosa y escandalosamente los bienes que sus padres nos saquean… bueno… hasta la infame senadorcilla quintanarroense Luz María Beristaín, ex –muy ex, por cierto- “reina de belleza”, que hace uso de las migajas de poder que le conceden. La lista es larga y no vale la pena el esfuerzo de escribirla. Son la kakistocracia.

El término kakistocracia, acuñado por el politólogo italiano Michelangelo Bovero, proviene del griego kakos (malo: sucio, sórdido, defectuoso, inhábil) y en los términos utilizados por el autor significa: el gobierno de los peores. Son la élite política y social generada por un sistema de ultra concentración de la riqueza, control social enajenante y simulación democrática que se impone local y globalmente.

La elite de la kakistocracia se conforma no con los mejores sino por quienes son más aptos para tal ambiente que, como es de esperarse, son personas viles: precisamente, las peores. La elite de los peores, de los viles. En buen mexicano, la elite kakistocrática son: los ojetes.

Pero aún en los tiempos de la kakistocracia de los ojetes, otras vidas y otras éticas son posibles y se colocan como ejemplos dignos de ser considerados, aunque no ocupen las primeras planas de los medios ni estén en los grandes mercados de la palabra.

Este lunes murió Pepe Herrera Marcos. Formó parte del grupo promotor que impulsamos la creación del Centro Potosino de Derechos Humanos, organismo pionero en la defensa de los derechos humanos en San Luis, allá en 1990.

Conocí a Pepe en 1987, coincidimos en la Escuela Metodológica de la Red Nacional de Educación Popular del Instituto para el Desarrollo Comunitario (IMDEC). En aquél entonces yo vivía en Monterrey. Llamó mi atención saber que impulsaba un proyecto de Comunidades Eclesiales de Base (CEB´s), la expresión pastoral de la Teología de la Liberación, en La Tinaja, una comunidad campesina de Soledad de Graciano Sánchez a unos cuarenta kilómetros de la capital de San Luis Potosí. Me sorprendió tal proyecto en un contexto eclesial poco propicio para ello y reflejaba la tenacidad, limítrofe a la terquedad, que caracterizaba a Pepe. Justo entonces el embate Wojtyliano-Ratzingeriano contra tal corriente teológica atravesaba por uno de sus momentos culminantes. Pepe no se andaba por las ramas, el perro doberman mascota de la casa en Tinaja se llamaba: Ratzinger.

Poco antes, Pepe había tomado la radical decisión de abandonar su natal Guadalajara, e insertarse en La Tinaja. Y a la aventura le acompañó su familia, Carmelita su esposa, “Pepillo” y Rodrigo sus entonces adolescentes hijos.

Atrás dejó una reconocida trayectoria profesional, empresarial, política y social. Panista de prosapia, su padre fue fundador del PAN en Guadalajara, él mismo fue un activo militante en las épocas apostólicas de tal partido, allá cuando ser opositor era un compromiso efectivo y costoso sin las remuneraciones ni compensaciones actuales. Eran los finales de los sesenta y los setentas. Llegó a ocupar la jefatura del Partido Acción Nacional en Jalisco en 1971. Cuando el PAN fue secuestrado por los grupos empresariales conservadores a mediados de los setenta, desplazando a la línea tradicional que terminó por salirse del partido, Pepe hizo lo propio y en 1978 renunció tras veintisiete años de militancia. Andando los ochenta se acercó a la Teología de la Liberación por efecto de su cercanía con amigos jesuitas, en cuyas escuelas había realizado sus estudios. Abrazó con generosidad, firmeza y pasión -rasgos de su personalidad- el mensaje liberador del Evangelio y seducido por el Dios de los pobres condujo, desde entonces, su vida por los senderos del compromiso evangélico a favor de los marginados y vulnerables dándole una nueva dimensión a su activismo social y comunitario. Bajo tal inspiración y formado en la radicalidad jesuita fue que dejó su tierra y llegó a La Tinaja.

Cuando, luego de ocho años de estudios y andanzas, en 1988 volví a San Luis Potosí, me incorporé a apoyar las actividades en La Tinaja durante los fines de semana. Fue ahí, en la sala de su casa que se nos ocurrió conformar una ONG de derechos humanos en San Luis. Éramos testigos de los abusos que policías cometían en contra de los paisanos que venían a pasar festividades a las comunidades del Altiplano y disponíamos de información proveniente de otras regiones del estado que evidenciaban la vulneración de los derechos humanos. Pepe mismo era objeto de hostigamientos del caciquismo priísta de la región, pues su trabajo de desarrollo y promoción comunitaria empezaba a ganarle enemistades.

Fuimos a conocer de primera mano la forma en que las entonces ONG´s de derechos humanos más afamadas del país trabajaban, y así surgió el Centro Potosino de Derechos Humanos, A.C. (CEPODHAC) en noviembre de 1990.

En su momento, no en todo coincidimos, incluso nos apartamos por asuntos internos del CEPODHAC que el tiempo se ha encargado de colocar en su justa dimensión. Ello no obsta para reconocer en Pepe un ejemplo de vida y compromiso efectivo por el cambio. A veces con mayor o menor tino o éxito, mediado por un carácter fuerte, apasionado y hasta obcecado, con las contradicciones humanas inherentes a cualquiera, Pepe no abandonó nunca sus principios. En una trinchera o en otra, incluido el trabajo en algunas administraciones públicas, se mantuvo hasta el final firme y congruente en sus convicciones.

La cosecha de la muerte fue abundante esta semana. En otra latitud murió Beatriz de la Vega. En los ochentas era quien animaba el trabajo del Secretariado de la Pastoral Social en Monterrey e impulsaba múltiples proyectos sociales en favor de los más pobres. Comprometida, entusiasta, incansable y cálida fue un referente del Trabajo Social en la región y otras latitudes continentales. Tuve la fortuna de conocerle, ella me invitó en 1986 a impartir mis primeras clases en la Escuela de Trabajo Social Cervantes de la que era Directora.

Luchar por un mundo distinto no es un asunto generacional, como tampoco la muerte. También falleció Paulina Hernández joven activista potosina. Debo decir que no le conocí como a Pepe y Beatriz. He escuchado los testimonios de amigos y conocidos sobre ella. Me son suficientes para incluirle en este breviario de personas justas en tiempos de la kakistocracia de los ojetes. Las inspiraciones y motivos para comprometer la vida en causas justas es tan variada como las personas mismas: convicciones morales, políticas, ideológicas, religiosas, amorosas, anímicas, y un largo etcétera.

Conforta que también de personas justas puedan escribirse suficientes páginas que enfrentan a las de la elite kakistócrata, la de los peores y viles. Sé bien que no bastan edificantes ejemplos personales, sino acciones colectivas y estructurales para modificar el actual estado de cosas, pero tales acciones están precedidas de opciones éticas individuales de personas dispuestas a mostrar con su vida y quehacer que otro mundo es posible.


(Artículo publicado en La Jornada San Luis y Revista Transición)




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