Guatemala: el genocidio ¡nunca más!
Recuerdo vívidamente las noticias de Guatemala en los años del genocidio. Eran escalofriantes. Un militar y pastor evangelista, Efraín Ríos Montt, llegado a presidente de Guatemala por vía de un golpe militar continuaba y ahondaba la matanza en Guatemala.
Si bien, y dada la magnitud de lo que ocurría, hasta el consorcio televisivo mexicano llegaba a reproducir algunas noticias sobre lo que ocurría, éstas solían llegar por otros medios como publicaciones que de mano en mano circulaban entre diversos grupos de solidaridad con Guatemala y Centroamérica, muchos de ellos impulsados por las Comunidades Eclesiales de Base, la manifestación pastoral de la entonces pujante Teología de la Liberación, ya en la mira de la jerarquía vaticana y a la que Karol Wojtyla, Juan Pablo II, terminaría por censurar.
Las poblaciones indígenas mayas de Guatemala eran arrasadas como estrategia intencionada de supuesto combate a la guerrilla. La “tierra arrasada” adaptación norteamericana de la guerra vietnamita y enseñada con profusión a los militares de la zona capacitados en la llamada “Escuela de la Américas” sembraba de muerte y dolor a los pueblos mayas, como el ixchil.
En los ochentas Centroamérica era un hervidero político y social. Por un lado la triunfante revolución sandinista -la original- mostraba un camino de esperanza, mientras que por el otro, en Guatemala y El Salvador la sangrienta represión militar contra la población escribía algunas de las más terribles páginas de la historia de la ignominia en la región como las masacres de Dos Erres, Plan de Sánchez y el Mozote, ésta última en El Salvador.
Información vertida durante el juicio contra Ríos Montt señala que, de acuerdo con un informe de la ONU de 1999, presentado por la Fiscalía en el proceso, se han documentado 626 masacres -500 en aldeas arrasadas- , señalando que entre 1978 y 1984 ocurrió el 91% de las violaciones de derechos humanos de la guerra (1960-1996), que dejó 200,000 muertos y desaparecidos. En el año y medio de gobierno de Ríos Montt se llevaron a cabo el 43% de todos los asesinatos y desapariciones cometidos por el estado durante los 36 años de guerra civil, según consigna el estudio Violencia institucional en Guatemala, 1960 a 1996: Una reflexión cuantitativa Publicado por el Centro Internacional para Investigaciones en Derechos Humanos. Con Ríos Montt los asesinatos y desapariciones cometidos por las fuerzas de seguridad bajo su mando se volvieron indiscriminados y particularmente crueles. Los kaibiles y su brutalidad asesina, que vía la violencia del narcotráfico acabarían llegando a México, obtuvieron entonces su nefasta notoriedad.
El juicio a Efraín Ríos Montt, el primero realizado por genocidio contra un gobernante en su propio país, es un hito histórico. Manifiesta que una sociedad, a través de su sistema judicial no puede tolerar determinados comportamientos y acciones, ni mantenerlos impunes. Es un mensaje claro: hay comportamientos y hechos que no pueden permitírsele a nadie, menos aún a quienes gobiernan. La justicia tardó treinta años en llegar, pero llegó.
Que lo hago un país con una institucionalidad tan frágil y amenazada, debiera provocar una buena dosis de vergüenza a nuestro sistema político incapaz de juzgar los crímenes del pasado y en donde la impunidad del poder sigue siendo la regla.
Cabe la posibilidad, cierto, de que en otras instancias judiciales la sentencia sea apelable y hasta revertida pues hay simpatías del alto nivel gubernamental y de sectores guatemaltecos pudientes en favor del genocida pero, en una primera instancia, el mensaje está dado y su propósito es claro disuadir a quienes desde el poder gubernamental quieran incurrir de nuevo en ese tipo de conducta, asociando la severidad del castigo al comportamiento criminal que quiere erradicarse, al caso, el genocidio. Es, a fin de cuentas, lograr lo que las víctimas, sus familiares y defensores han condensado en la consigna: ¡nunca más!
(Artículo publicado en La Jornada San Luis y Revista Transición)