Francisco el Papa, entre el cristianismo y la Cristiandad
El nombre de Francisco es, como pocos, icónico en la Iglesia Católica. No en balde ningún Papa se había atrevido en 787 años a utilizarlo, hasta que llegó Bergoglio el argentino.
En gran medida el nombre de Francisco, el pobrecillo de Asís, es la antípoda del Papado: humildad, sencillez, pobreza, renovación, subversión, apertura, ecumenismo, radicalidad, todo lo que casi nunca ha sido el papado, institución que nació hasta el siglo IV como resultado directísimo del ascenso del cristianismo a religión de estado del Imperio Romano con Constantino. Papado y poder son, en cambio, realidades indisolublemente asociadas tanto histórica como sociológicamente. Nada qué ver con el poverello.
Figura señera del cristianismo Francisco encarna uno de los esfuerzos más genuinos por volver a los orígenes, justo durante el periodo de mayor apogeo de la cristiandad y el Papado. Cristiandad y cristianismo no son sinónimos, la primera es una cultura con sus estructuras organizativas económico-política-ideológicas, el segundo -siguiendo al ahora rector de la UCM, Enrique Dussel- es una fe, una religión con su correspondiente ética y, por ello, supone una determinada comprensión del ser humano. Cristianismo y Cristiandad tienen vínculos, cierto, la cristiandad está “orientada” por el cristianismo, ni menos, pero tampoco más. Pero también tienen tensiones que se han expresado históricamente en momentos de renovación y hasta de conflicto.
Francisco pertenece, más bien, al cristianismo, el Papado a la cristiandad. Y aunque el pobre de Asís nació inmerso en la Cristiandad su vida se cruzó, incluso en la dimensión personal, con la de Inocencio III, con quien el Papado alcanza la cumbre de su poder. Pero Francisco, en cambio, orientó su vida justo al sentido de los orígenes, al cristianismo, y con ello pretendió, quizá, influir y modificar a la Cristiandad. De vez en vez, la Cristiandad conoció tales empujes: los eremitas, la vida monacal (Benito, Cluny, Fontevrault, La Cartuja, el Císter) e incluso ciertos movimientos disidentes como los valdenses o los cátaros que terminaron catalogados como “herejes” y que, en su origen, eran una protesta evangélica contra una Iglesia demasiado poderosa.
La institución del Papado ha sobrevivido a la Cristiandad disuelta de a poco en un proceso paulatino que da inicio con el Renacimiento y la Reforma Protestante, así como con el ascenso y consolidación del modo de producción capitalista. La sobrevivencia del Papado a la Cristiandad es una historia de adaptaciones y maleabilidad impresionante y rica, difícil de ser siquiera esbozada en este espacio.
La restauración de la Cristiandad es, en cambio, una tentación permanente del Papado, y el Estado Vaticano es su única forma materializada contemporánea: un mini estado teocrático ajeno a formas, leyes y costumbres democráticas. Lo que sí ha logrado el Papado es hegemonizar a la Iglesia Católica más allá de sus fronteras, ello es un logro no menor para un mini estado ya que su poder tiene así una dimensión de alcance meta territorial con pretensiones globales, que reside en el campo de la ideología. Pero a su vez el Vaticano, en específico su burocracia conocida como Curia, ha logrado en innumerables ocasiones “colonizar” al Papado. La renuncia de Ratzinger es su episodio más elocuente.
Así, Cristiandad, cristianismo, Papado y Vaticano no son exactamente lo mismo aunque tengan aire de familia. Sus vínculos y tensiones siguen teniendo efectos en sociedades con élites y/o poblaciones católicas significativas.
¿Podrá Francisco, el Papa, liberarse de la colonización ejercida por la Curia Vaticana sobre el Papado? Tal es, quizá, su mayor reto en un primer momento. Considerando se edad deberá, de así quererlo, darse prisa pues no será tarea fácil. Ojalá que a ejemplo de Francisco, el de Asís, que se enfrentó inicialmente a la oposición vaticana, Bergoglio pueda hacerlo. Si hoy la Curia Vaticana bien puede caracterizarse como una burocracia anquilosada, poderosa, opulenta y corrupta, habría que ver lo que era en el pleno siglos XII y XIII, cuando vivió el poverello…todo ello, ¡y peor!
¿Podrá Francisco, el Papa, encabezar una Iglesia Católica orientada a retornar al cristianismo de los orígenes, o sucumbirá a la tentación de la restauración de la Cristiandad, como aspiraban Wojtyla y Ratzinger? Esta es tarea aún mayor, más trascendente y harto difícil, además de no depender de la voluntad de una sola persona así sea el propio Papa, pero mucho ayudaría que su cabeza visible diera muestras palpables de tal pretensión.
La Cristiandad nació sobre las cenizas del cristianismo primigenio una vez que el Imperio Romano en el siglo IV le convirtió en religión de Estado ¿Podrá el cristianismo, finalmente, renacer de las cenizas de la cristiandad, para mostrar un rostro renovado y acorde con el siglo XXI? Al tiempo.
Martín Faz Mora es licenciado en filosofía. Cursó la Maestría en Derechos Humanos y Democracia en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Ha participado activamente en organizaciones no gubernamentales (ONG´s) de derechos humanos a nivel local, nacional e internacional. Fue fundador, vocero y miembro del consejo directivo del Centro Potosino de Derechos Humanos A.C. Ha sido catedrático en diversas universidades del país. Actualmente es presidente de la organización Propuesta Cívica A.C. en San Luis Potosí, integrante del equipo de trabajo de Educación y Ciudadanía A.C., y consejero del Organismo Público Local Electoral (OPLE) de San Luis Potosí.
(Artículo publicado en La Jornada San Luis y Revista Transición)