Gane quien gane
Gane quien gane en las próximas elecciones, federales o estatales, gran parte de la solución de los problemas que enfrentamos los ciudadanos atraviesa por la organización y la capacidad de autogestión. Sea para el avance de los derechos o la defensa de los mismos, en cualquiera de sus ámbitos: políticos, civiles, económicos, sociales, o los referidos a grupos específicos en situación de vulnerabilidad y discriminación: mujeres, jóvenes, pueblos indígenas, personas con discapacidad, etcétera.
El poder, con independencia de quien lo ejerza, es expansivo por naturaleza. Tampoco se auto contiene, debe ser contenido, debe encontrar resistencia externa y firme que le contenga, de lo contrario se expande. El poder no sólo no admite vacíos, también pugna por encontrarlos y crearlos. La ciudadanía, mediante su organización para la autogestión es la que se constituye en los verdaderos límites del poder, más allá de la formalidad jurídica.
Gane quien gane debemos prepararnos para, por lo menos, contener al poder.
Dejo en claro que no sostengo que “da lo mismo quien gane”, no, sí importa y mucho. No “da lo mismo” que gane éste o ésta que aquél o aquélla. Los ganadores de las próximas contiendas, por el hecho de ejercer la función pública habrán de generar determinadas condiciones que faciliten o dificulten, en mayor o menor medida, el avance o la defensa de éstos o aquéllos derechos ciudadanos. Tal valoración es la que debe orientar el voto razonado e informado.
Independientemente de si las coordenadas utilizadas para votar atraviesan la gama de “la mejor de las opciones” o la “menos peor” el resultado de los procesos electorales afectará, en un sentido o en otro, las condiciones para la ampliación, defensa o hasta reducción de los derechos. Por eso no da lo mismo votar por cualquiera.
Gane quien gane habrá que preparase para contener al poder mediante la organización y la autogestión. De hecho, quizá sea la autogestión la única forma posible de que la ciudadanía ejerza poder efectivamente. La contención del poder, la creación de un ámbito individual, comunitario y colectivo, donde se prohíba al poder imponer condiciones que vulneren la libertad, la dignidad y la igualdad, son la esencia de los derechos humanos. Cierto que no basta la mera contención del poder, hay que crear también las condiciones para que las manifestaciones del poder “democrático” como la ley, las instituciones, los gobiernos, el Estado en suma, cumpla con sus obligaciones en materia de derechos humanos: respetarlos (absteniéndose de hacer o dejar de hacer algo que los dañe); respetarlos (creando garantías para prevenir que sean dañados o restringidos por terceros, así como sancionarlo de suceder), y; garantizarlos (asegurar de manera plena su disfrute adoptando las medidas necesarias para garantizárselos a todos y todas).
Sí, gane quien gane, habrá que fortalecer todas las formas de organización ciudadana que aseguren el efectivo goce de nuestros derechos. No son concesiones del poder, el poder –de ordinario- no concede. Sin organización ciudadana y autogestión el horizonte de los derechos tiende a reducirse.
(Artículo publicado en La Jornada San Luis y Revista Transición)