Voto nulo... ¿ahora?
Hace tres años, el movimiento por el voto nulo irrumpió en el escenario nacional.
Fue la manifestación de un segmento ciudadano desencantado del sistema electoral y molesto con el sistema de partidos del que ha surgido una partidocracia empeñada en construir, fortalecer y preservar intereses facciosos y mezquinos antes que el legítimo interés público y ciudadano.
La naturaleza, causa y objetivos del voto nulo quedaron de manifiesto con toda claridad en las campañas electorales intermedias del 2009.
Así, quedo claro que el llamado al voto nulo no constituía una invitación al abstencionismo, por el contrario, fue una forma de convocar a la ciudadanía a ejercer un derecho a través del procedimiento electoral, pero utilizándolo para hacer del voto una legítima protesta contra los partidos políticos.
No fue, tampoco, un ejercicio que buscaba erosionar o destruir a la democracia, sino cuestionar a los partidos políticos por la forma en que ellos han erosionado el principio fundamental de la misma: la representatividad. De hecho el movimiento anulista reivindicaba el voto como el legítimo y único instrumento dentro de un procedimiento democrático para enviar un llamado de atención a la clase política.
De fondo, el movimiento por el voto nulo surgido en el 2009, buscaba la reforma del sistema político, de partidos y electoral. Que su irrupción se diera en las elecciones intermedias no es, tampoco, un hecho casual. El cálculo de sus impulsores consideraba tal escenario como el adecuado para impulsar posteriormente las reformas. Consideraban también que el efecto del voto nulo tiene menores afectaciones en los resultados electorales de tales elecciones que en las presidenciables.
¿Tiene sentido votar nulo en los comicios presidenciales del 2012? Estimo que no. No, por lo menos, el sentido que tuvo en el 2009.
Por una parte, la reforma política, aunque tardíamente, se aprobó. Aunque no será sino hasta el 2015 que entraran en vigor las candidaturas independientes, la iniciativa ciudadana, iniciativa preferente y la consulta popular. Queda tiempo, así, para impulsar algunos de sus pendientes: revocación de mandato y reelección.
Por otra parte, y esta tiene más peso, al tratarse de una elección presidencial, el resultado tiene efectos más poderosos en la vida del país. Los hechos están a la vista: los resultados de la elección del 2006 introdujeron serios y graves cambios que han afectado severamente la vida, la dinámica y el tejido social de nuestra sociedad.
Veo poco saludable para el estado actual de la nación que el voto se ocupe, como en el 2009, para enviar un mensaje a la clase política. Estimo preferible que sea utilizado para afectar sus resultados en un sentido o en otro. Dicho en forma coloquial: no está el horno para bollos.
(Artículo publicado en La Jornada San Luis y Revista Transición)