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Ecos de la Caravana en San Luis

Escribo todavía aturdido. Así describo el sentimiento del paso de la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad por nuestra ciudad el domingo. Así me siento. Es una mezcla de cansancio por los preparativos, el ajetreo y hasta las tensiones por la organización. Pero sobre todo, por la cercanía con la que viví los testimonios de las víctimas.

Desde días antes de la llegada de la Caravana pude platicar con familias que me compartieron su dolor, su calvario ante la desaparición del hijo, del hermano. Siendo yo un perfecto extraño para ellas, al mencionar el paso de la Caravana que encabeza Javier Sicilia y las otras víctimas, me abrieron sin más su corazón y compartieron su pena sin pudor. Quedé abrumado.

Personas atribuladas por la angustia y la zozobra de no saber más desde hace dos, uno y medio o un año, del ser querido. Impotentes, sin recurso alguno del que echar mano. En vano acudieron a una autoridad tras otra, otros no lo hicieron. Las propias autoridades les hicieron ver la incapacidad institucional, o la colusión de algunas con el crimen. Sin embargo, preferían no hablar ante la invitación a hacerlo al recibir a la Caravana. El miedo se imponía. Alguna me autorizó a narrar su caso, pero sin dar detalles específicos para la identificación. Así, pude narrar la historia de Manolo, un joven de 29 años que fue secuestrado hace año y medio en las afueras de su negocio en la Avenida Carranza.

Llamaron a la familia para exigirles un pago por la vida del hijo, del hermano menor. Dos veces se comunicaron los delincuentes y exigieron no llamar a las autoridades o denunciar el secuestro. Uno de sus hermanos acudió a las instalaciones de la 12/a. Zona Militar en el Estado, los propios mandos militares le mencionaron la inutilidad de denunciar, pues según su dicho “son de los mismos”. En esos días, la Semana Santa del 2009, los militares sabían de no menos de 35 secuestros en curso en la entidad, según le dijeron al hermano.

Otras familias no quisieron siquiera que se supiera

Pero llegó la Caravana, puntual como nunca a su cita. Y el dolor se aglomeró en torno a la Plaza del Carmen. Llegaron madres, padres, hermanos, tíos, tías, cargaban las fotografías de sus hijos, la copia del expediente, inútil papeleo que hoy hace las veces de testimonio contra el olvido y ejemplo de ineficiencia de las instituciones.

Querían, ellos y ellas sí, que sus nombres se escucharan en la Plaza, un antídoto contra el olvido, que su memoria se uniera a la de Juanelo Sicilia, Benjamín Le Barón, los hermanos Reyes, los niños y niñas de la Guardería ABC, y al caudal de víctimas que tras de sí lleva, dolorosa y aguerrida, la Caravana.

Testimonios estrujantes que, por primera vez en San Luis, vencieron el temor y la zozobra y estallaron en el llanto del padre que no pudo seguir hablando más, por la desaparición de su hijo y su nieto. Otros preferían hacerle llegar cartas y escritos a Javier Sicilia. Permanecían llorosos y atentos al evento. Abrazados entre ellos, sostenidos por el esposo, la esposa, el hijo, la hija el hermano, consolándose en medio de la multitud que les acompañaba con el grito de “¡No están solos! ¡No están solos!”. Y al escuchar a quienes rendían su testimonio, asentían con la cabeza y secaban su llanto.

Leí algunos de sus nombres, los que me pasaban. Todos los escritos, las cartas y los testimonios los entregamos a la Caravana, que realiza un Registro Nacional de Víctimas por los lugares que pasa, porque su marcha convoca a las víctimas, las consuela y las fortalece. Les ayuda a manifestar su duelo, a exteriorizarlo, a darle cauce. Saben que la Caravana no resolverá lo sucedido, pero quieren testimoniar su dolor y unirlo a su paso.

Cuarenta mil muertos en seis años por la violencia. Leí otros datos estadísticos de encuestas y estudios que sitúan a San Luis Potosí entre los estado con las tasas más altas de extorsión, impunidad e ineficiencia de las instituciones de Procuración de justicia. Estudios del Instituto Ciudadano de Estudios sobre la Inseguridad (ICESI) y del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), pero son los testimonios de las víctimas los que dimensionan la emergencia nacional, la tragedia que asedia a nuestros vecinos, a nuestros próximos.

Sí, escribo aturdido aún. Quizá así conjuro el dolor compartido… Quizá



(Artículo publicado en La Jornada San Luis y Revista Transición)




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