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Servicio público pervertido

Entre las diversas calamidades que nuestro país padece se encuentra la del servicio público pervertido por el patrimonialismo y la corrupción de la clase política. El reciente ejemplo de lo sucedido en la elección del Instituto Municipal de Planeación de la capital del Estado (IMPLAN), evidencia la realidad, más allá de los discursos y las excusas.

Retomo algunas ideas de la socióloga brasileña Sonia Fleury analizando el fenómeno del patrimonialismo, la corrupción y la perversión del servicio público en América Latina, que permiten observar, como lo demuestran los casos que siguen aflorando, un patrón de comportamiento que la clase política nacional y local no desean erradicar independientemente del origen partidista de quienes asumen, en determinado momento, el control de la administración pública estatal o municipal e, inclusive, de los organismos públicos autónomos.

El patrimonialismo es el uso privado de lo que clásicamente se ha dado en llamar la “cosa pública” (origen etimológico latino del concepto “república”), que no son sino los recursos públicos -dinero, cargos, poder, y hasta la propia ley- que están a cargo de los gobiernos. El uso patrimonialista de los recursos públicos es la colusión y confusión intencional -desde luego- entre el patrimonio público y el patrimonio privado -sea individual o de facción-. Se manifiesta, entre otras formas y de acuerdo a los contextos específicos, a través del caudillismo, el clientelismo, los círculos burocráticos y la corrupción. El patrimonialismo es la esencia de la perversión del concepto de la política, en dónde la “cosa pública” es vista como un “botín” en el que reparto de cargos y puestos pertenece al partido vencedor, al más puro estilo pirata y mafioso.

Su persistencia es una clara e inobjetable manifestación de la ausencia de un Estado moderno y, por otra, de la existencia una administración pública arcaica e ineficiente, en los términos de una de las más célebres y clásicas definiciones de la burocracia, entendida como la especialización, preparación y actuación de profesionales racionales (Max Weber).

El patrimonialismo, por otra parte, manifiesta el quiebre ético de la clase política, ya que, tal como es ejercido por buena parte de la clase política local, no es un resultado del acceso al poder, es la real motivación para acceder a él. La ética distingue al interior de la estructura del acto moral, entre: el motivo; la consciencia del fin; los medios y; los resultados. La distinta naturaleza de cada uno, así como la particular relación que guardan entre sí, definen el sentido ético de los actos morales. Generalmente, un fin perverso, genera medios y resultados perversos, más allá de las mistificaciones que se quieran hacer respecto de la supuesta bondad de un fin perverso. Ni en materia de ética o de política el patrimonialismo puede aceptarse como un buen fin.

Las consecuencias políticas y sociales del patrimonialismo van más allá de las personas directamente involucradas, pues afectan la legitimidad del poder público, identificado como servidor de meros intereses de grupos de poder, y profundizan la falta de compromiso tanto de las autoridades como de los ciudadanos por construir y poner en práctica el estado de Derecho.

Otra de las graves consecuencia inexorables de la indiferenciación entre intereses públicos y privados, señala Fleury, es la irracionalidad de las políticas estatales, y la incapacidad de planificar el desarrollo comunitario mediante políticas -efectivamente- públicas.

A pesar de los discursos para la ocasión, y los galimatías argumentales del poder en turno, buena parte del empleo y los cargos públicos siguen sujetos al reconocimiento de lealtades partidistas y al pago de favores políticos, y con una notoria ausencia de la noción de rendimiento y evaluación del desempeño en base a la consecución de objetivos y metas claras.

Esta calamidad corroe a buena parte de las instituciones públicas potosinas y nacionales, ejemplarizando a la corrupción como norma de comportamiento “ético” y social.

(Artículo publicado en La Jornada San Luis)


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