Los desafíos a las democracias
Las democracias representativas contemporáneas, particularmente las de Latinoamérica, enfrentan una serie de retos o tensiones que han sido señalados por diversos analistas y actores sociales. Entre tales se identifican los siguientes:
Los retos de la exclusión que representa la enorme pobreza de millones de personas que no satisfacen adecuadamente sus necesidades básicas y viven en condiciones de marginalidad lacerante con lo que, en los hechos, no pueden hacer valer sus derechos incluyéndose los políticos. La erosión de la legitimidad democrática con las repercusiones políticas y sociales que tal situación conlleva es una de las graves amenazas a la democracia en el continente.
Los retos de la exclusión a través de mecanismos de discriminación, que se traslapa con el de la pobreza económica reforzando y retroalimentando el círculo de la misma. La discriminación de género, étnica y territorial, entre otras, constituyen grandes retos para la equidad en la región.
El reto por la búsqueda y el logro de la equidad. Las enormes desigualdades hacen del continente una de las regiones más inequitativas del planeta. La desigualdad social, material, cultural, simbólica, política, ciudadana, de género, de identidad, entre otras, representan uno de los grandes desafíos de la región. Desafío no solo de carácter económico sino también político e institucional.
La plena vigencia de los derechos económicos, sociales y culturales para las grandes mayorías excluidas del desarrollo es otro de los grandes desafíos. De acuerdo a una opinión generalizada entre autores y analistas, el desarrollo y la equidad no habrán de alcanzarse tan solo con el crecimiento económico sino que, además de las políticas universales de desarrollo y acceso a él, deben impulsarse políticas con perspectiva de derechos, y con destinatarios específicos que permitan superar los círculos que autoalimentan la exclusión.
El reto de la cohesión social ante los fenómenos de disgregación causados por la crisis del Estado-nación, la globalización, la pérdida de los valores tradicionales, la exclusión y la violencia, entre otros. Tal búsqueda de cohesión no puede sustentarse sobre comunitarismos pre-modernos, sino en la construcción de un pluralismo tolerante en un marco de respeto y tolerancia ante las diversas identidades, y a través del consenso en el respeto y ajuste de las acciones sociales a un marco político y jurídico característico del Estado de derecho democrático.
Los déficits y las debilidades institucionales de los sistemas democráticos, particularmente en lo que se refiere a los equilibrios y contrapesos entre los poderes, así como la efectiva rendición de cuentas, y no la simulación que suele caracterizar a tales prácticas realizadas a través de los tradicionales mecanismos verticales de supervisión en base a la supuesta vigilancia de un sistema interestatal de controles -Congreso y Auditoria Superior del Estado- que interactúan para controlarse y equilibrarse mutuamente. Avanzar, en cambio, hacía una rendición de cuentas vertical con la participación directa de la ciudadanía.
Los déficits y las debilidades en la vigencia del Estado de derecho, en donde destacan los graves problemas en la administración de justicia.
El ejercicio activo de la ciudadanía: la participación y el involucramiento de la sociedad en las decisiones políticas mediante procedimientos de participación directa de la ciudadanía: referéndum, plebiscito, revocación de mandato, entre otros mecanismos reconocidos en buena parte de los sistemas jurídico-políticos modernos.
El tratamiento de cada uno de estos temas es complejo y tienen, a su vez, vasos comunicantes que los vinculan y entrecruzan. La reciente reforma electoral, con sus muchos y buenos aciertos, solo aborda la perspectiva de los procedimientos electorales y, en menor medida, del sistema de partidos. Se requiere ahora, impulsar una reforma política integral que apunte a la superación de los desafíos a la democracia anteriormente señalados.
(Artículo publicado en La Jornada San Luis)