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Todo México es Oaxaca

Oaxaca bien puede ser la parte actualmente más visible de la descomposición política y social en el país, pero es solo la manifestación más extrema del quiebre entre la clase política y las instituciones formales de poder con los ciudadanos de carne y hueso, que afecta al país entero.

Para millones de mexicanos las instituciones políticas no representan prácticamente nada porque nunca han encontrado en ellas satisfacción a sus necesidades reales, sino por el contrario, han sido fuente permanente de corrupción y beneficio para un reducido y enquistado grupo que las manipula y les saca provecho privado. Ayer del PRI, hoy del PAN o del PRD, sin distingos partidistas.

Así, la ciudadanía no acude a presentar denuncias ante las instituciones porque considera que solo va a perder tiempo y meterse en más problemas, particularmente si a quien desea denunciar forma parte de la administración pública.

Cuando acude a otras instituciones a solicitar algún servicio, suele ser tratado con desdén como si se le hiciera un favor, y se topa con todo tipo de obstáculos burocráticos que operan en el sentido de disuadir al ciudadano de continuar los trámites para la obtención del servicio, así sea tan necesario como la salud o la educación

Tampoco acude a las instituciones para gestionar servicios públicos por razones similares, o porque generalmente solo mediante el corporativismo clientelar se suele dar respuesta a tales gestiones.

Eso en el caso de los sectores medios y populares. Los sectores pudientes tampoco suelen hacerlo, sea porque tienen medios propios para satisfacerlos, o bien porque no lo necesitan ya que las propias autoridades son proclives a tratar con preferencia a tales sectores, y buena parte de las obras de infraestructura e imagen se dirigen a tales sectores. En otras ocasiones la cercanía familiar o social entre los sectores pudientes y los gobernantes hace también innecesario el vínculo ciudadano-autoridad, pues es más una concesión entre particulares conocidos y cercanos que un ejercicio ciudadano.

El asunto es que la desvinculación de la ciudadanía con las instituciones políticas se ha agravado al punto que buena parte de aquella no reconoce en ellas algo significativo o valioso, sino por el contrario generan recelo y desconfianza hasta identificarse como fuentes permanentes de corrupción, impunidad e ineficacia.

La cosa puede no pasar de una mera actitud de apatía y descontento individual, y por lo tanto "controlable" para las propias instituciones y los gobernantes, pero tarde que temprano llega el momento en que tal actitud se vuelve infuncional para la ciudadanía, particularmente los sectores populares, pues el deterioro de las condiciones de vida en materia de servicios públicos, salud, educación, administración de justicia, asistencia social, seguridad pública y muchos más etcéteras, tiene un límite tolerable y permisible.

Oaxaca ya pasó tal límite y la más clara muestra es la irracional decisión del Senado, con su abyecta renuncia a resolver el problema.

Durante meses el deterioro de la situación de Oaxaca ha sido aprovechado por el PRI, el PAN y el PRD para chantajearse mutuamente y obtener dividendos políticos y todo parece indicar que la situación empeorará al punto de hacer uso de la fuerza pública para sostener el cacicazgo inescrupuloso del priísmo. Todo como en los viejos tiempos pero ahora con el aval del PAN urgido de legitimación.

La situación en Oaxaca es similar en buena medida a lo ocurrido en Centroamérica en la década de los ochenta, lo cual nos habla del grave retroceso político y social por el que atraviesa nuestro país.

Oaxaca con su pobreza ancestral, como la de buena parte del país, excluida del desarrollo, al igual que amplios sectores y regiones de México, muestra el fracaso rotundo de la actual política y su mezquina clase gobernante, así como de las instituciones.

El punto es que no parece que Oaxaca vaya a ser la excepción.

(Artículo publicado en La Jornada San Luis)


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