La estatura del gobierno Estatal
Las amenazas en mi contra proferidas por el secretario particular de Marcelo de los Santos, Arturo
Álvarez Muñiz, al impedirme accesar a la plaza de los Fundadores durante el acto proselitista dé Vicente Fox, revelan la estatura del gobierno estatal.
Arturo Álvarez, al momento de dar instrucciones para negarme el acceso al lugar, textualmente me dijo: “no me hago responsable por ti”. Tal es su estatura.
En mi calidad de presidente de la Junta de Mejoras de mi barrio me hicieron llegar una invitación al evento hasta mi propio domicilio. De otra forma no habría ido. Me interesaba conocer de manera directa el discurso de Fox así como apreciar la forma en que se desarrollaba el evento.
“La manguera”, como coloquialmente se conoce a Arturo Álvarez Muñiz desde su niñez, es un claro ejemplo del perfil de buena parte de los funcionarios de la administración estatal.
Sin experiencia previa alguna en la administración pública o en la actividad política, sus antiguos compañeros de aula aún lo recuerdan por su comportamiento indisciplinado y poco propenso al estudio o el trabajo académico. Claro que lo dicen con palabras menos amables y precisas como las que aquí plasmo.
Ya en el nivel de licenciatura, no recuerdan algunos de sus también compañeros que halla llegado a titularse de la Facultad de Comercio de la UASLP, en la que cursó tan solo el tronco común de las carreras de Administración de Empresas y Contabilidad.
Pero, como se ve, nada de eso parece necesitarse para ocupar un lugar en la administración estatal, particular mente si se es secretario particular del gobernador.
Ya lo era cuando De los Santos ocupaba el cargo de presidente municipal, aunque no lo fue, desde el inicio pues el cargo lo ocupó originalmente Hans Valadez. De hecho algunos de los regidores de la época recuerdan a Arturo Álvarez como utilero" de Marcelo: repartiendo papeles y ofreciendo café en las iniciales reuniones del ayuntamiento 2000-2003. Al partir Valadez, ascendió.
Dejó algunas deudas al irse para seguir a su patrón en la candidatura a gobernador en diciembre del 2002. En los estados financieros del 15 de abril del 2003, particularmente en el análisis de los gastos por comprobar, aún adeudaba 59 mil 600 pesos que no había comprobado ni llegó a hacerlo nunca. Algunos lo rememoran, también, como el gestor de recursos que no llegaban a los solicitantes directos a pesar de haberlos cobrado él personalmente.
Llegado a la administración estatal bajo el cobijo del contador público, ni tardo ni perezoso logró colocar como delegado de la Procuraduría del Consumidor al esposo de su madre en segundas nupcias, Eduardo Villalobos. ¿Escalafón alguno, experiencia previa? ¡Para qué! basta el deleite de las influencias desde el poder.
Ya metidos en el teje y maneje del poder y el influyentismo, qué mejor que incrementar de manera segura los ingresos familiares por los próximos tres años colocando a su esposa, Claudia Rubín de Celis, en el primer lugar de la lista de regidurías del PAN. A ellos sí se les está haciendo realidad el eslogan de la campaña de Lozano Armengol: San Luis va primero.
Atrás han quedado las épocas de penurias en las que ni los negocios familiares de bienes raíces o el centro de monitoreo vehicular daban para más.
“Las alturas del poder suelen marear a los enanos”, solía decir uno de mis maestros de Civismo de la secundaria al referirse a figuras más bien grises y apocadas que por circunstancias fortuitas accedían al poder omnímodo de las épocas de oro del autoritarismo priista del que poco o nada se distingue el actual autoritarismo panista.
Luego de amenazarme le solicité una aclaración de lo dicho. Apoyado como estaba sobre la verja de la que sobresalía apenas un poco, el secretario particular del gobernador prefirió escabullirse como los malos toreros en la graciosa huida.
Su actitud, que transita de la amenaza a la cobardía, coloca en su verdadero tamaño la estatura política y moral de la administración estatal.
O tal vez sea tan solo una forma, de desquitarse con ter ceros de los humillantes regaños que suele darle don Marcelo, aún en público, según cuentan varios testigos al interior de la administración marcelista.
Como sea, los actuales detentadores del poder panista deben empezar a considerar, aún en medio de la borrachera de poder en la que hoy se mueven, que todo pasa, y hacer caso del dicho que algunos atribuyen a otro panista, J. Carmen García: el salario de gobernante -la dieta- dura tres años (o seis), la vergüenza, toda la vida.
(Artículo publicado en La Jornada San Luis)