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De gobernadores y reyezuelos

El decadente espectáculo del "gober precioso", para el caso el de Puebla, documenta lo que cualquier mediano y no tan agudo observador y analista político sabe sobre la forma en que se conduce el ejercicio del poder en los feudos, mejor conocidos como: "Estados" de "La Federación".

Es notorio, como se documenta en el degradante episodio protagonizado por el gobernador priìsta de Puebla y el corrupto empresario textilero, que existe una profunda asimetría en el proceso de cambio y democratización de la sociedad mexicana y que, inclusive, ciertos avances en el ámbito nacional han devenido en retroceso en los niveles regionales y locales.

Así, mientras que en el plano nacional los elementos formales de la democratización presentan avances notorios en materia electoral, independencia entre poderes, cierta consolidación de instituciones como el IFAI, medios de comunicación independientes, y otros elementos que constituyen las vertientes más significativas de la democracia moderna, en los estados, en cambio, se consolidan formas de poder autoritarias, discrecionales, arbitrarias, llenas de opacidad, sin rendición de cuentas, sin contrapesos efectivos, en medio de la colusión y confusión entre poder económico y poder político.

El caso de Mario Marín revela la cara más degradante, burda y vulgar del ejercicio del poder: el lenguaje soez; la vileza de la conjura para someter a un trato degradante y humillante a Lydia Cacho, la periodista afectada; la bajeza conceptual de asuntos políticos y sociales que revelan las conversaciones; la corrupción abyecta y el sometimiento del poder político al poder económico; la concepción que de la dignidad humana tienen quienes son capaces de someterla a actos degradantes por dos botellas de coñac, evidenciando así su ínfimo nivel ético. Las aborrecibles muestras de apoyo de ciertos sectores políticos, sociales y empresariales al gobernador poblano, son el elemento picaresco infaltable de la cultura política que aún prevalece en buena parte del país.

Sin embargo el espectáculo poblano, no es sino una mera diferencia de forma y estilo, más no de fondo de la manera en que se conduce el poder en buena parte de las regiones del país, a medida en que se desciende a los estados y los municipios.

Sin necesidad de un lenguaje soez -con la excepción de algún exabrupto que no hace verano- Marcelo De los Santos gobierna a su discreción y sin particular apego a la ley: se gasta cantidades suntuosas no presupuestadas en viajes al extranjero cuya utilidad está por verse; permite, sin mover un dedo, que la Minera San Xavier violente todas las resoluciones judiciales que le impiden trabajar en Cerro de San Pedro, pero consiente que su policía de la Dirección de Seguridad Pública siga instrucciones de los empleados de la trasnacional para detener a las autoridades ejidales; sus dependencias niegan información de proyectos como Ciudad Satélite, en los que la especulación del suelo urbano en beneficio de poderosos intereses particulares bien pueden estar desempeñando un decisivo papel. En fin, que ejerce el poder de manera similar al gobernador de Puebla, aunque sin perder el estilo first class y la altanería, o caer en la degradante vulgaridad de su homólogo. Asunto de forma y estilo, no de fondo.

El Presidente Municipal de Villa de Zaragoza desdeña la Ley de Transparencia no solo no contesta las solicitudes, sino que ni siquiera las recibe, aún y cuando provienen de los propios regidores de su Cabildo.

En Matehuala, por el solo hecho de que un solicitante de información pública se atrevió a pedir la nómina mensual del Ayuntamiento, el propio Director del Departamento Municipal de Transparencia Administrativa, Luis Armando Santillana Reyna, molesto por tal impertinencia, mandó publicar una carta en la prensa local en la que lo menos que le dice al solicitante es que es un acomplejado, carente de realizaciones profesionales, frustrado, amargado, caprichoso y una serie de lindezas que solo revelan la profunda molestia que el empleado del municipio siente por rendir cuentas a la ciudadanía.

Buena parte de México sigue siendo Puebla.

(Artículo publicado en La Jornada San Luis)


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