De la política y la doble moral
Moral y política son dos conceptos de difícil combinación. La clásica interpretación que se hace de Maquiavelo, señala que entre ambas situaciones existe una total independencia, por ser de naturaleza distinta. La política, de acuerdo a esta interpretación, tiene sus propios fines que le condicionan: estabilidad, seguridad exterior y permanencia en el poder, y sólo estaría condicionada o evaluada por tales objetivos. Así, el engaño, la crueldad, la astucia y la perversidad pueden y suelen ser adecuados instrumentos del gobierno, en tanto tiendan al logro de los fines de la política. Por tanto la actividad política no quedaría subordinada ni estaría alcanzada por valores morales típicos como la bondad o la honestidad, sino en todo caso por valores instrumentales propios de tal actividad pública. La razón de estado estaría siempre por encima de cualquier otro criterio. Un dirigente, sería entonces considerado un "buen político" siempre que sus actos -cualquiera que sea su calificación moral- sean instrumentalmente eficaces para la permanencia, la estabilidad o la seguridad de un sistema político o de su régimen.
Algún teórico podría argumentar que tal planteamiento no le hace justicia a Maquiavelo y que la finalidad del florentino no era otra que darle autonomía propia al naciente concepto de estado, para separarlo así formalmente del enorme poder de la Iglesia en el contexto italiano del siglo XV.
El caso es que, con independencia de la discusión teórica, buena parte de la clase política actúa en los hechos de tal forma.
Toca la ocasión al PAN, otrora defensores de la debida congruencia entre moral y política, el panismo se ve envuelto en una serie de escándalos de corrupción: el de Carmen Segura Rangel, retirada del cargo de coordinadora de Protección Civil e inhabilitada como servidora pública, por las irregularidades con los recursos del Fondo de Desastres Naturales (Fonden) mediante cuestionables operaciones de licitaciones públicas extemporáneas, compras con facturas duplicadas y a precios inflados, tratos con empresas fantasmas e intermediarios cuyos accionistas tienen lazos familiares. El monto del posible fraude asciende a la escandalosa cantidad de mil trescientos veintiún millones de pesos, que debían destinarse a los afectados por los desastres naturales. Aún así el panismo institucional la ha cobijado y la dirigencia del Distrito Federal afirma "poner las manos al fuego" en su defensa.
Otro asunto también son los turbios negocios de los hijos de Marta Sahagún beneficiados por el tráfico de influencias durante el actual sexenio que les ha visto enriquecerse de manera nada inexplicable.
El caso es que la llegada al poder parece modificar sustancialmente los conceptos de política y moral, pareciendo que los conceptos del bien y el mal son intercambiables según convenga. La conveniencia, pues, parece el valor supremo y principio según el cual se calificarían moralmente los actos.
Si quiere enfrentar con relativa fortaleza la crisis del desgaste político que ha significado la presidencia de Fox, el panismo deberá enfrentar también la crisis moral de un partido que se tenía por abanderado de la congruencia entre los actos privados y públicos, y no como el paladín de la doble moral.
(Artículo publicado en La Jornada San Luis)