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Vanidocracia

En anteriores colaboraciones he retomado un concepto elaborado por el politólogo italiano Michelangelo Bovero y que utiliza para definir a la clase política que hoy día dirige la simulación democrática que paso a paso se instala en las sociedades contemporáneas: la democracia degenerada, la cual define como kakistocracia. El término, proviene del griego kakos (malo: sucio, sórdido, defectuoso, inhábil) y en los términos utilizados por el mencionado autor significa: el gobierno de los peores.

Sin afán competitivo alguno con tal eminencia, deseo aportar ahora un concepto ligado al anterior. No es una forma de gobierno distinta a la de los peores, sino más bien una característica del cotidiano ejercicio político de la kakistocracia en su versión potosina, y de la que hemos visto un derroche en las recientes "comparecencias" del Ejecutivo y su gabinetazo ante el independientísimo, salvo excepciones, congreso local: un bochornoso ejercicio de vanidad.

Pero demos paso a otro clásico que nos ayudará a entender el ejercicio de la vanidocracia: Antoine de Saint-Exupéry, en su obra "El Principito":


"El segundo planeta estaba habitado por un vanidoso:

—¡Ah! ¡Ah! ¡Un admirador viene a visitarme! —Gritó el vanidoso al divisar a lo lejos al Principito.

Para los vanidosos todos los demás hombres son admiradores.

—¡Buenos días! —dijo el Principito—. ¡Qué sombrero tan raro tiene!

—Es para saludar a los que me aclaman —respondió el vanidoso.

Desgraciadamente nunca pasa nadie por aquí.

—¿Ah, sí? —preguntó sin comprender el Principito.

—Golpea tus manos una contra otra —le aconsejó el vanidoso.

El Principito aplaudió y el vanidoso le saludó modestamente levantando el sombrero.

"Esto parece más divertido que la visita al rey", se dijo para sí el Principito, que continuó aplaudiendo mientras el vanidoso volvía a saludarle quitándose el sombrero.

A los cinco minutos el Principito se cansó con la monotonía de aquel juego.

—¿Qué hay que hacer para que el sombrero se caiga? —preguntó el Principito.

Pero el vanidoso no le oyó. Los vanidosos sólo oyen las alabanzas.

—¿Tú me admiras mucho, verdad? —preguntó el vanidoso al Principito.

—¿Qué significa admirar?

—Admirar significa reconocer que yo soy el hombre más bello, el mejor vestido, el más rico y el más inteligente del planeta.

—¡Si tú estás solo en tu planeta!

—¡Hazme ese favor, admírame de todas maneras!

—¡Bueno! Te admiro —dijo el Principito encogiéndose de hombros—, pero ¿para qué te sirve?

Y el Principito se marchó.

"Decididamente, las personas mayores son muy extrañas", se decía para sí el Principito durante su viaje."


Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

(Artículo publicado en La Jornada San Luis)


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