La muerte tiene permiso
Hoy por la mañana -ayer, para efectos de quien esto lee- mientras me aprestaba para iniciar el día, el noticiero matutino transmitía una secuencia televisiva verdaderamente apocalíptica. Escenas de muerte y violencia que conducían, sin escalas, lo mismo a Pakistán, Irak, Palestina, Estados Unidos, Londres, las Antillas y otros sitios. No había forma certera de distinguir entre uno y otro lugar, a no ser por la narración del conductor, porque el panorama era muy similar: en todos podía apreciarse la angustia, el miedo, el terror, la muerte y su secuela de dolor. Las causas, cierto, eran distintas; los efectos, sin embargo, similares.
En un magnífico artículo titulado Muertes inútiles, en septiembre del 2004, Arnoldo Kraus escribía: Poco a poco empezamos a acostumbrarnos a las muertes inútiles. A las muertes que carecen de sentido y cuya posible lógica evade cualquier intento de explicación. Hablar de muertes inútiles implica que existen otras que pueden aceptarse, entenderse o discutirse. Morir por enfermedad o vejez es comprensible. Morir como parte de un conflicto armado carece de sentido y es absurdo.... Fenecer a consecuencia de un accidente es incomprensible; morir tras un asalto es execrable; perder la vida por el olvido de la sociedad es inadmisible; morir por pertenecer a minorías o por ser refugiado denota la crisis de la sociedad contemporánea; morir sin morir, como sucede con los y las desaparecidos, traduce la impotencia de la razón y la omnipresencia del poder ciego. Por último, fenecer "poco a poco", como suele suceder en los "ser sin" -sin papeles, sin tierra, sin techo- es signo de la descomposición social y de la polarización de los grupos que tienen o no recursos económicos y poder. Aplico el término muertes inútiles para referirme a quienes fallecen asesinados en las calles de sus ciudades, en sus escuelas, en sus trabajos u otras latitudes sin siquiera enterarse de su propia muerte.
Tal y como le menciona el autor citado, en los tiempos recientes, y cada vez con mayor frecuencia, las noticias informan de esas muertes inútiles.
La globalización del miedo, el terror y la intolerancia, saga de la globalización de la miseria, la exclusión y la desigualdad, es ya una realidad presente.
Aún los accidentes masivos, como el del tren de Paquistán, y los desastres naturales como los tsunamis y los huracanes, actúan sobre una base de desigualdad y exclusión social en la que los grupos más vulnerables son también las principales víctimas de tales fenómenos imprevistos. Así, no deja la misma secuela de destrucción y víctimas el huracán Dennis al pasar sobre Haití que al tocar las costas de los Estados Unidos de Norteamérica.
Sí. La sociedad de la exclusión, de los beneficios para los pocos y las carencias para los más, es una sociedad que se hunde en las muertes inútiles y absurdas. Desde Londres hasta el confín del mundo. Sea por situaciones naturales imprevisibles, accidentes o por la violencia ciega del terrorismo.
Como dice el cantautor cubano en la canción que aludo: ¿cuánto de pesadilla quedará todavía?
(Artículo publicado en La Jornada San Luis)