Desaforadamente
El diccionario no deja lugar a dudas respecto de su significado y acepción. Desafuero significa: "acto violento contra la ley. Acción contraria a las buenas costumbres o a la sana razón". El adjetivo desaforado-a significa: "que obra sin ley ni fuero, atropellando por todo. Despavorido, violento. Grande, con exceso, desmedido".
Así debe definirse lo que ocurrió el pasado jueves 7 de abril en la Cámara de Diputados: un acto violento contra la ley; una acción contraria a la sana razón; un atropello en exceso y desmedido, no solo por lo que se hizo en lo particular con la persona de Andrés Manuel López Obrador, sino además, y allí lo grave, contra la credibilidad de las instituciones y el proceso democrático del país.
Podríamos decir, con absoluto tino y en riguroso uso del lenguaje, que los 360 diputados panistas, priístas y del Verde Ecologista que votaron a favor del desafuero, actuaron desaforadamente, en acatamiento no a la voluntad de sus representados ni -algunos- a su propia conciencia, sino a las consignas dictadas por sus respectivas cúpulas partidistas.
Fue, como lo define el diccionario, una acto violento contra la ley, desaforado entonces, porque los desaforados congresistas han prejuzgado sobre la culpabilidad de un acto del que difícilmente y solo a condición de torcer la ley puede presumirse responsabilidad directa al Jefe de Gobierno. Lo anterior aún si fuera posible acreditar que López Obrador cometió tal desacato, situación que no está debidamente acreditada siquiera en el expediente, tal y como lo han advertido infinidad de reconocidos juristas que han analizado y opinado sobre el tema.
Fue un acto contrario a la sana razón, desaforado pues, porque a pesar de haberse llenado la boca de un discurso hueco y vano sobre la legalidad y el estado de derecho, envuelto en un histrionismo grotesco, la percepción pública ha corroborado de manera tajante que el desafuero no fue sino una maquinación simple y meramente política que poco o nada tiene que ver con tales preceptos. Así se corrobora en abrumadora mayoría a través de las encuestas aplicadas no solo a la población en general, sino aún aquellas que se han realizado entre los propios panistas y priístas. Así lo piensan, también, la mayoría de los analistas y académicos de este país, y los analistas internacionales.
Actuaron con un atropello en exceso, es decir: desaforadamente, al hacer de la legalidad y el estado de derecho la excusa para un atropello notoria y públicamente percibido por la mayoría del país, y al ser puerilmente invocados para justificarlo, por aquellos que debieran ser sus principales garantes. Por ello mismo, tales preceptos y las instituciones que representan han quedado degradados en el ánimo colectivo. Saldo gravísimo y desmedido que con temeraria irresponsabilidad han logrado la PGR, el PAN, el PRI, la mayoría del Congreso, Fox y la Secretaría de Gobernación.
Actuaron de manera desmedida, desaforadamente. El costo, ya ahora, resulta grave. Resalto, por notorios, el encono y la polarización que avanzan y se profundizan día a día en nuestra sociedad. Desde los debates académicos hasta la simple charla entre conocidos, familiares y compañeros laborales en torno a las diversas y encontradas opiniones sobre lo sucedido. Se reducen los espacios para los términos medios sobre el tema. A ello ha contribuido con singular empeño la irresponsable campaña mediática impulsada por la Secretaría de Gobernación y algunos grupos empresariales a través de los agresivos spots de la fantasmal agrupación "México en Paz, A.C.".
Los costos del desafuero son desaforados, desmedidos, excesivos, temerariamente irresponsables, pues abren camino a una crisis política y social de grandes magnitudes que representa un grave retroceso a la incipiente construcción de la normalidad democrática que no por incipiente debe desdeñarse con tan inaudita irresponsabilidad por quienes hoy han promovido y operado el desafuero
Actuar tan desaforado solo se concibe en desaforada mente (o en varias).
(Artículo publicado en La Jornada San Luis)