56 años con la Declaración Universal de los Derechos Humanos
Mañana se cumplirá otro aniversario de la proclamación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos por la Asamblea General de la ONU. El transcurso de los cincuenta y seis años que nos separan de aquella fecha arroja un balance de claroscuros en el panorama mundial.
Mucho falta para que la ética de los derechos humanos cale profundo en la conciencia de la mayoría de las personas, particularmente de quienes ejercen el poder.
Atrocidades sin límite contra la libertad, la equidad y la dignidad de las personas se han cometido y lo siguen siendo a lo largo y ancho del mundo. Los principales responsables continúan siendo los propios Estados, y la impunidad ha sido la regla. Cabe destacar que el operar de poderosos intereses de compañías transnacionales son un creciente sujeto responsable de violaciones a los derechos humanos en el mundo de hoy.
Muchas formas de violencia generada por la guerra, la represión, el odio, la tortura, los tratos crueles, inhumanos y degradantes, así como por causas sociales, económicas y culturales continúan flagelando particularmente a los sectores sociales más desprotegidos y vulnerables. Pueblos indios, menores de edad, discapacitados, migrantes, ancianos y, en general, a los pobres y marginados que, no es lo mismo, pero es igual.
En su más reciente informe Amnistía Internacional señala que siguen infringiéndose normas internacionales en materia de derechos humanos en nombre de la "guerra contra el terrorismo", lo que repercutió en millares de mujeres y hombres, que sufrieron detención ilegítima, juicios injustos y tortura, a menudo sin más motivo que su origen étnico o credo religioso. La vida de más de mil millones de personas quedó arruinada por la pobreza extrema y la injusticia social, mientras los gobiernos continúan gastando dinero en armas a manos llenas.
Los desafíos a los que hoy se enfrenta el movimiento en favor de los derechos humanos son enormes. Debemos resistir y revertir la reacción contra los derechos humanos producida por la propagación y aplicación de una doctrina de seguridad impulsada por motivos de hegemonía económica y mundial antes que por causas de justicia y equidad global.
Hay que continuar la lucha por remediar la inoperancia de los gobiernos y de la comunidad internacional en el cumplimiento de las exigencias de justicia social y económica, pues sin ambas los derechos humanos quedan reducidos, fragmentados y mutilados, al igual que las oportunidades de los amplios grupos sociales que las padecen.
No deben, sin embargo, minimizarse los esfuerzos de muchos en la lucha por los derechos humanos. Estos cincuenta y seis años también arrojan el testimonio de reducidos pero influyentes sectores que se han comprometido con la causa de los derechos humanos aún en las más adversas situaciones y condiciones.
Si bien las atrocidades de los Pinochet, Pol Pot, Milosevic, Husein, y Bush, por no alargar la lista, y las escenas de Camboya, Ruanda, Chechenia, Yugoslavia, El Mozote, Mai-Lai, la Escuela Mecánica de la Armada en Argentina, Tlatelolco, el Estadio Nacional de Santiago de Chile, Bagdad bombardeada, y Abu Gharib, entre tantas, son una afrenta permanente y profunda en la memoria de estos cincuenta y seis años, es también pertinente anteponer a tan despiadadas y crueles imágenes las de las Madres de la Plaza de Mayo en Argentina, Amnistía Internacional, Monseñor Oscar Arnulfo Romero en El Salvador, el Fiscal argentino Julio César Strasera, Rigoberta Menchú, Rosario Ibarra de Piedra, y en general al movimiento global por los derechos humanos conformado por incontables organismos no gubernamentales así como por ciudadanos de toda clase y condición que trabajan por los derechos humanos de muchas formas distintas, así como el aporte de los sistemas internacionales e interregionales de protección de los derechos humanos tanto de la ONU como de la OEA.
Los derechos humanos ofrecen una imagen vigorosa y convincente de que un mundo mejor y más justo es posible, y que la implementación de políticas públicas para su vigencia, protección y ampliación constituyen la base de un plan concreto y viable para conseguirlo.
En un mundo peligroso y dividido como el de hoy, es más importante que nunca que el movimiento global de derechos humanos se mantenga fuerte, pertinente y activo.
(Artículo publicado en La Jornada San Luis)