Derechos Humanos hoy
El Sistema Internacional de Derechos Humanos es uno de los grandes logros políticos, jurídicos y éticos que deben rescatarse y resaltarse de la época contemporánea.
En medio de las grandes y graves tribulaciones por las que atraviesa la sociedad humana, de la irracionalidad depredadora que parece prevalecer en la vida colectiva en muchos de sus ámbitos, es necesario tomar conciencia de que una de las posibilidades para evitar, o detener siquiera, el proceso de deshumanización al que parece conducirnos la economía global y la espiral de la violencia, es precisamente aferrarnos al horizonte ético que el Sistema Internacional de los Derechos Humanos abrió luego de las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial.
Hoy los propios sistemas internacionales y regionales de derechos humanos son cuestionados por los mismos gobiernos, con la excusa del combate a la inseguridad y, en el ámbito internacional, del terrorismo.
A las innumerables víctimas que la espiral del odio y la violencia globalizados han generado, deben sumarse también los derechos humanos, en el sentido de que las políticas gubernamentales pretenden deslegitimarlos primero, para restringirlos luego.
En estos momentos de crisis en materia de inseguridad, la opinión pública y los actores gubernamentales tienden a generar una actitud adversa frente a la protección de los derechos humanos.
La percepción de la ciudadanía y de los medios de comunicación comienzan a ubicar el activismo de derechos humanos como un problema que supuestamente corroe los esfuerzos para combatir la inseguridad y la delincuencia. Cuando los problemas de inseguridad se convierten en un problema de gobernabilidad, los llamados a la opción autoritaria reciben buena aceptación en el común de la ciudadanía. La supuesta eficiencia de medidas extremas –que oscilan entre modificaciones legislativas formales y la creación de grupos parapoliciales conforme a una ideología fascista-, es percibida por el público en general como incuestionable, a pesar de no estar objetivamente documentada y estudiada.
Si determinados delitos tienen una incidencia alarmante, ya sea porque aumenta el evento o porque los medios les proporcionan una cobertura amplía, se presenta la tendencia a considerar que la adopción de medidas de emergencia como reducción de derechos civiles, la instrumentación de la cadena perpetua, la reducción de la edad penal y la pena de muerte son idóneas para contrarrestar la inseguridad.
Tal situación es perceptible sobre todo en las democracias en transición, que tienen dificultades en enfrentar un incremento desmedido en las tasas de criminalidad, y en las que hay notorias deficiencias en la cultura de legalidad que enmarque adecuadamente la lucha contra el delito en los ejes del estado de derecho, peor aún si, como es el caso de nuestro país, el propio aparato institucional se encuentra permeado por la delincuencia debido a las inercias y herencias del sistema autoritario.
Otro elemento que introduce importantes distorsiones y confusiones en el tema de la seguridad y los derechos humanos es la sobrecarga política del tema. Con frecuencia el tema es utilizado con propósitos político-electorales, de modo tal que la política en la materia no puede encontrar cauces de estudio objetivo que permita dimensionar la verdadera naturaleza del problema. En lugar de tendencias dirigidas a dar forma al marco institucional de las propuestas de seguridad, la materia se convierte en un tema de disputa partidista.
Debemos tomar conciencia que
(Artículo publicado en La Jornada San Luis)