Antonieta Mata Barrietos
Este nombre seguramente le dirá poco o nada a quien lo lea. Y después de haber leído este artículo nunca más, quizá, volverá a escucharlo.
Pero la historia está llena de esos nombres que, más que ello, parecieran anónimos.
No es el caso porque hay un nombre: María Antonieta Mata Barrientos, mejor conocida como “La madre Antonieta”. Conocida así porque durante más de 20 años fue religiosa de una Congregación de religiosas. Y aunque por convicciones personales decidió separarse de la Congregación a principios de los noventa, mantuvo sus compromisos de consagración a través del servicio por la justicia, la solidaridad y los derechos humanos.
Muchos la conocieron en la organización no gubernamental de defensa y promoción de los derechos humanos, el Centro Potosino de Derechos Humanos, o en los movimientos de solidaridad con Chiapas, en apoyo al Obispo Samuel Ruíz, y el movimiento de las Comunidades Eclesiales de Base (CEB´s). Actualmente se desempeñaba como Consejera (ciudadana) del Consejo Estatal Electoral.
Prácticamente no había causa social vinculada a la lucha por la justicia, en la que ella no participara.
Pero, por extraño que parezca, no puede definirse a Antonieta Mata como una mera activista social, aunque lo fuera y de gran compromiso. No es así porque su activismo tiene una motivación anterior, personalísima y profunda que es la que definió su vida y sus opciones, incluyendo la serenidad y fortaleza con que enfrentó su propia muerte, luego que un agresivo cáncer la consumiera en unos breves meses.
Esa motivación no fue otra que su fe en el Evangelio de Jesús de Nazareth, de Jesús el Cristo.
Seducida por la invitación evangélica a construir el Reino de Dios, no dudó en consagrar su vida por esa causa. Pero, así lo supo, entendió que la causa de los pobres era la causa del Evangelio.
Y supo que alinearse a la causa de los pobres la enfrentaría al poder, en todas sus formas, incluyendo el de la propia jerarquía religiosa. Así, su apoyo público y abierto al Centro Potosino de Derechos Humanos sometido a principios de los noventa a una fuerte campaña de ataques por parte del gobierno estatal, le valió serios problemas pues el Albergue “Rafael Nieto”, que dirigía entonces, era financiado por aquél. El Patronato del mismo la descalificó públicamente, y su propia congregación religiosa mantuvo un silencio más semejante a la complicidad y el reproche que a la prudencia con que quisieron asistirse.
Coincidentemente, la enfermedad de su madre reclamó su atención. Para atenderla y responder a su convicción de luchar por las causas evangélicas de la justicia, solicitó permiso para retirarse de la congregación. Su consagración religiosa, sin embargo, fue una particular relación con el Dios de la alianza liberadora, el Dios de los pobres, y cuando la fidelidad a tal consagración personalísima le condujo a continuarla sin la mediación institucional, continuó su compromiso evangélico en el servicio a los demás particularmente a través de la lucha por los derechos humanos. Continuó así su consagración, sin asomo de duda. Por ello con toda razón era llamada por casi todos: madre Antonieta.
Otro seducido por el Evangelio, el nicaragüense Ernesto Cardenal, escribió un epitafio al poeta Joaquín Pasos: Aquí pasaba a pie por estas calles, sin empleo ni puesto, sin un peso..Ahora está muerto. No tiene ningún monumento. Pero recordadle cuando tengáis puentes de concreto, grandes turbinas, tractores plateados, graneros, buenos gobiernos. Porque el purificó en sus poemas el lenguaje de su pueblo en el que un día se escribirán los tratados de comercio, la Constitución, las cartas de amor, y los decretos.
Algo así hay que decir y parafrasear de tantas personas que como Antonieta, sin sonados reconocimientos, premios u homenajes, desde la sencillez de una vida de compromiso permanente han ido construyendo una sociedad a la medida de sus convicciones generosas aunque falte tanto por llegar. Goce ahora del descanso, si lo hay.
(Artículo publicado en La Jornada San Luis)