Derechos humanos y medio ambiente sano
Entre los derechos humanos se encuentra también el derecho a un medio ambiente sano. Ha sido hasta tiempos muy recientes que tal tema ha pasado a formar parte de la discusión, la defensa y la promoción de los derechos humanos.
Los derechos humanos evolucionan, en el sentido de que su reconocimiento conlleva proceso de desvelamiento, así como otro de toma de conciencia. Ambos procesos, por humanos, son históricos y sociales.
Se habla de tres grandes generaciones de derechos humanos. A la primera generación (1950-1960) se han asociado los derechos civiles y políticos que suelen tener sobre todo los primeros, un particular énfasis en el individuo como sujeto de los mismos. La segunda generación (1950-1970) se refiere a los derechos económicos, sociales y culturales, en donde el sujeto de tales derechos no son los
individuos, sino los grupos y colectividades, más o menos amplias.
Desde los 80 y con mayor fuerza en los 90 surge la tercera generación que se refiere a derechos que son patrimonio de la humanidad toda, y entre estos destaca el que se refiere a un medio ambiente sano.
En la última década la comunidad mundial ha comenzado a tomar conciencia sobre el vínculo entre derechos humanos y medio ambiente, así como de la importancia que tiene el medio ambiente para el goce pleno de los derechos humanos (Conferencia' de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, Río de Janeiro, 1992).
La degradación ambiental es una nueva causa de violaciones de derechos humanos que actúa generando nuevos abusos de derechos y profundizando los ya existentes.
Los daños al medio ambiente generalmente son originados por conductas jurídica y éticamente reprochable de particulares y estados. Es por ello que puede sostenerse que la degradación ambiental provocada es el resultado de intereses particulares o sectoriales que a veces disimuladamente y otras no tanto, se desentienden de los resultados nocivos, como ocurre ahora con el proyecto de Minera San Xavier en Cerro de San Pedro.
Se degrada a sabiendas, eligiendo hacerlo, despreciando las consecuencias que esta degradación acarrea al ambiente y a las personas.
Por razones de una cultura distorsionada por el poder económico nos hemos acostumbrado a convivir con la degradación ambiental, la tomamos como el precio del progreso sin tomar conciencia que esa degradación genera víctimas.
Esta falta de conciencia no sólo elimina una actitud crítica hacia esta forma de desarrollo, sino que también ha asegurado la casi absoluta impunidad a los grandes contaminadores y una pavorosa indefensión de las víctimas.
Las violaciones a derechos humanos originadas en problemas ambientales revisten una extrema gravedad porque son generadas por conductas o actividades sistemáticas y no casuales. Porque afectan a grupos de personas o comunidades enteras. Y, muy particularmente, porque tienen continuidad en el tiempo y efectos que se multiplican y trascienden su origen, afectando los derechos de las generaciones actuales y futuras.
Pero nada de eso importa para los mercachifes del falso progreso: empresas transnacionales y gobiernos coludidos con ellas.
Existe, como parte complementaria, una clara estrategia de desinformación con respecto a las consecuencias de esta degradación provocada por el actuar de grupos poderosos con la connivencia de los estados.
Se contamina, se degrada, y se ocultan las consecuencias que los daños ambientales provocan sobre la vida, la salud y otros derechos humanos.
De esta manera las víctimas no son conscientes de serlo, no se defienden y la degradación ambiental queda impune. La indefensión de las víctimas de degradación ambiental es casi absoluta, estas sufren una suerte de invisibilidad, no son percibidas como tales y por lo tanto no reciben protección.
De realizarse el proyecto minero de la transnacional canadiense en Cerro de San Pedro, apoyado a toda costa por gobierno del estado, todos los habitantes del valle de San Luis padeceremos consecuencias irreversibles que tendrán continuidad en el tiempo afectando también a las generaciones futuras. Consecuencias similares a las que he venido reportando en recientes colaboraciones.
(Artículo publicado en La Jornada San Luis)