¿Derechos humanos para qué?
Ante el escenario de la cotidiana violación a los derechos humanos en Irak, Palestina, Estados Unidos, México, nuestro alrededor y tantos otros lugares, surge una especie de desencanto que, en distintos foros en los que se aborda el tema de los derechos humanos, se manifiesta a través de la pregunta: ¿de qué sirve tener tantas declaraciones o tratados de derechos humanos si, finalmente, nadie los respeta?
Tras la pregunta, que refleja tanto la legítima preocupación por el respeto de los derechos humanos así como el desencanto y la impotencia, se esconde sin embargo un reclamo mal dirigido. Un reclamo que, aunque no se pretenda, termina por fortalecer los argumentos de quienes violentan los derechos humanos en cualquier parte del mundo.
No es por la existencia de las declaraciones o tratados de derechos humanos, ni de las Comisiones Comités de derechos humanos que han sido creados que ocurren tales atrocidades. Su función es establecer un horizonte normativo para guiar la conducta de los Estados y los individuos. Si ellos no existieran la situación sería infinitamente peor porque, entre otras cosas, no seríamos conscientes siquiera de la gravedad de lo sucedido.
Si luego de la Segunda Guerra Mundial, el derecho internacional de los derechos humanos no hubiera irrumpido con tanto ímpetu a través de ciertos órganos de la ONU, la OEA, la Comunidad
Europea, las ONG's y tantos otros actores que han participado en la construcción y elaboración de los instrumentos de reconocimiento, promoción y protección de los derechos humanos, reitero, la situación sería mucho peor.
Toda esa construcción colectiva internacional ha impulsado y creado, en mayor o menor medida, una conciencia que hoy día nos permite reprobar tales hechos, aunque su erradicación sea todavía una aspiración.
Y ante el deterioro y la conculcación cotidiana de los derechos humanos, mal hacemos en plantearnos la falsa disyuntiva de la utilidad de las normativas y órganos de derechos humanos.
Ciertamente corren tiempos difíciles para la legalidad internacional .y los derechos humanos, pero no será limitándolos, prescribiéndolos o hasta abandonarlos como se podrá avanzar. Por el contrario, hoy día los grandes intereses políticos y económicos pretenden limitar, no solo en la práctica como ya lo hacen cotidianamente, sino también erosionar el sistema internacional de derechos humanos que con tanto esfuerzo se ha levantado en los últimos cincuenta años.
Erosionar tales instrumentos y órganos acabará también por palidecer la conciencia de los mismos y significará un retroceso de graves consecuencias.
La pregunta no es ¿para qué sirven los derechos humanos?, sino ¿qué hago yo para construir e inculcar una cultura de respeto de los derechos humanos en mi entorno próximo?
(Artículo publicado en La Jornada San Luis)