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Escenas de impunidad cotidiana

Escena 1.

Calle de Parrodi, centro histórico, viejo barrio de San Sebastian. Ya en los planos antiguos de la ciudad aparece la calle con su actual trazo somnoliento y antimoderno. Los antiguos drenajes crujen y revientan, mientras el alcalde continua en precampaña, y los encargados de reparar baches vacacionan. Durante casi un mes reposa a sus anchas, cada vez más anchas y profundas, un bache. Estropea automóviles, vialidad, vecindad y credibilidad.

Escena 2.

Av. Salvador Nava, esquina con Cordillera de Himalaya. Es este un reciente trazo de la ciudad, portal de la zona oriente con sus diversos grados de opulencia y exclusión, y uno de los accesos a la zona del suelo urbano más rentable de la ciudad, acaparado por dos o tres constructoras que al amparo de su poder económico y cobijados por el poder estatal puesto a su servicio han lucrado con terrenos que fueron propiedad de ejidatarios. Su hambre territorial no conoce límites.

Escena 3.

La vialidad de Parrodi, la vieja calle, atravesó mejores tiempos y momentos, pero si tuvo derecho de ciudadanía en el San Luis colonial, como lo indican los viejos mapas, no ha alcanzado a pasar la prueba de la modernidad y la urbanización ni de la ciudad, ni de sus actuales habitantes. Será por ello y otras cosas que sin reparo alguno y a la estrechez de su vera se estacionan sobre la banqueta los automóviles de manera permanente, en costumbre inveterada. La aparición y agrandamiento del bache en mención complican la costumbre, pero no la eliminan. Vecinos, algunos de ellos hasta servidores públicos, se estacionan sin reparo al lado del bache, también sin reparo, y si para ello es necesario quitar una pequeña bandera que ha sido instalada como aviso y previsión, no importa. Que se jodan los que pasen mientras ellos puedan estacionarse.

Escena 3.

Mi prisa es prioritaria, pensarán los que ocupan el carril izquierdo del crucero en anterior mención mientras el semáforo invita con su flecha verde a dar vuelta, aunque ellos no piensen hacerlo pues su destino los conduce derecho de tal vía de tres carriles, que en el contexto urbano de la ciudad resulta, a no dudar, espaciosa. Los claxonasos de quienes con igual prisa pretenden, ellos sí, dar vuelta a la izquierda no inmutan a quienes les obstaculizan. Por el contrario, operan como un furtivo placer que se desparrama en risotadas una vez que, concluida la flecha del semáforo, arranca con su prioritaria prisa, a su prioritario destino y en su prioritario auto. ¡Sorry looser!

Escena 4.

Carranza y Benigno Arriaga. Cruce de escolares, un poco antes de las ocho. Atravesar a pie tal crucero es todo un acto de audacia y valor. Los peatones hurgan en cualquier gesto y movimiento de los conductores de automóviles, así como en las parpadeantes luces de los semáforos, y la aglomeración de camiones urbanos, mientras sujetan con fuerza a sus hijos, con la esperanza de cruzar a salvo sin ser embestido por los costados, el frente o el dorso. A esas horas y en ese lugar, como en muchos otros seguramente, no hay rojo o verde que valgan. La prisa automotriz es prioritaria. Abruptos arrancones para ganar algunos segundos a la luz preventiva, al alto o al siga, sin importar que sea a costa de la seguridad de los demás. No hay, salvo algunas y pocas excepciones, vínculo que prevalezca. De hecho los automovilistas son a su vez padres y madres del mismo centro escolar que los peatones, y sus propios hijos son compañeros de aula.

Escena 5.

En la Unidad Administrativa Municipal del Alcalde que anda en precampaña, en el departamento de Imagen Urbana nadie sabe dar razón de nada. Las tres semanas anteriores y los reportes del bache han sido un desperdicio, el encargado vacaciona y nadie puede dar razón del lugar a donde fueron a parar los reportes, ni de si tal servicio aparece programado en las órdenes de reparación que fueron giradas antes de su partida. El que, de manera remotamente posible, quedo encargado del asunto no está tampoco. Solo le pueden dejar recado para ver si lo atiende.

Escena 6 y subsecuentes: las inscripciones son gratis.

La impunidad campea y parece reproducir un eco: mi prisa es prioritaria, mi estacionamiento es prioritario, mi capital es prioritario, mi tiempo es prioritario. Pero las clases y las inscripciones son gratuitas en la escuela de la impunidad: Marcelo continúa en campaña; Lino Korrodi se pasea junto a Fox en la Gran Bretaña; el priísta Martínez Domínguez es ensalzado casi a grado de prócer por el panista Canales Clariond durante las exequias que le han librado de la Fiscalía Especial que le investiga; Bush siembra vientos de guerra por el orbe. Con tales maestros y con tantas facilidades para cursar las clases de la escuela de la impunidad no parecieran graves las escenas cotidianas de impunidad que relato. Y sin embargo gota a gota se llena el jarrito, decían los viejos.


(Artículo publicado en La Jornada San Luis)


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