Kakistocracia a la potosina
No, no se trata de una exquisita muestra del arte culinario regional. La kakistocracia es el nombre que Michelangelo Bovero, politólogo italiano, ha acuñado para definir a la clase política que hoy día dirige la simulación democrática que paso a paso se instala en las sociedades contemporáneas: la democracia degenerada (Este país, septiembre, # 138). Los rasgos de tal “democracia”, que he reseñado en mi anterior colaboración, son el patrimonialismo de la vida pública en grupos de intereses económicos privados y poderosos; el populismo mediático que impone y crea “liderazgos” a medida que contribuye también a despolitizar a grandes sectores; el personalismo de la gestión del poder de forma tal que tiende a identificarse la democracia misma con los usos que la autocracia hace de la misma; los procesos electorales parecen reducirse a una especie de competencia autocrática y como un mal inevitable, en tanto que la kakistocracia no encuentre la forma de falsear definitivamente tales procedimientos y los llegue a sustituir por formas plebiscitarias populistas como las encuestas o algo similar.
En tal forma degenerada de democracia que se ha ido abriendo paso a medida que el poder se concentra en los grandes centros de decisión económica, tanto a nivel mundial como nacional y regional, no son los mejores los que vencen, sino los más aptos para tal ambiente, tal y como lo definiera hace más de un siglo Darwin, aunque refiriéndose en su caso a las especies animales y su adaptación al medio. Pero igual ocurre en la vida política contemporánea. La democracia degenerada crea a sus propios dirigentes, y los que son más aptos para ella son, como es de esperarse, individuos degenerados: precisamente, los peores. Políticos degenerados, no en el sentido homofóbico o de tintes sexuales que la palabra “degenerado” tiene en la connotación común del lenguaje al uso, sino en el sentido más propio del término "degenerar", tal y como la define el diccionario de la real academia de la lengua española: decaer; declinar; corromper; pasar a peor condición; pérdida del aspecto y características funcionales de un organismo; no corresponder una cosa a su primera calidad o estado; desfigurarse una cosa hasta el punto de parecer otra. De hecho el término kakistocracia, proviene del griego kakos (malo: sucio, sórdido, defectuoso, inhábil) y en los términos utilizados por el mencionado autor significa: el gobierno de los peores.
Ante el próximo proceso electoral, de inminente inicio, la kakistocracia local ya se posiciona en medio de algunos de los más sórdidos espectáculos políticos. La fallida estrategia del ejecutivo local y su grupo para promover la candidatura de Miguel Valladares ha tenido como consecuencia catalizar el proceso de descomposición, degeneración cabe decir, del grupo que a modo de patrimonio personal ha conducido los destinos de la vida pública del estado desde hace casi una década, y legatarios últimos del tradicional sistema político mexicano que agoniza, no para transitar a un estado de cosas necesariamente mejor, si la palabra cabe, sino para promover a un nuevo grupo, nada alternativo por cierto, que desde hace décadas ha logrado tejer y consolidar una serie de intereses oligárquicos a nivel local y con vasos comunicantes hacia otros intereses de similar naturaleza tanto a nivel regional como nacional, y que han dado vida, recursos e imagen al foxismo. Tal proceso de degeneración, en su más directo significado anteriormente aludido, es una clara muestra del avance de la democracia degenerada, es decir del grado de desfiguración que ésta ha adquirido a través de mecanismos procedimientos e instituciones formalmente democráticos, hasta el punto de parecer otra cosa menos democracia. Algo similar a lo que ha pasado con el concepto de “sociedad civil”.
¿Es posible superar esta dinámica y romper con su ciclo? Debiera ser posible si se crean condiciones para la construcción de ciudadanía mediante espacios políticos comprometidos con ello. Brasil está al borde, sin poder asegurar de que lo logrará, de romper con el gobierno de los peores, su propia kakistocracia. En las elecciones del próximo domingo Lula da Silva puede obtener la victoria en las urnas. Ex tornero mecánico, líder sindical, luchador contra la dictadura militar brasileña, terco y persistente promotor de un amplio movimiento político ciudadano, desde la periferia de la kakistocracia, desde el no-ser de la clase política brasileña, avanza en la ruptura de la simulación democrática al uso. Cito con esperanza premonitoria al poeta y compositor brasileño Chico Buarque: Oh ¿qué será, qué será? que andan suspirando por las alcobas, que andan susurrando en versos y trovas.....que anda en las cabezas y anda en las bocas, que va encendiendo velas en callejones, que están hablando alto en los bodegones, gritan en el mercado....Oh ¿qué será, qué será? que cantan los poetas más delirantes, que juran los profetas embriagados, qué está en las romerías de mutilados que está en las fantasías más infelices...lo piensan los desvalidos en todos los sentidos...Oh ¿qué será, qué será? que todos los avisos no van a evitar, porque todas las risas van a desafiar, y todas las campanas van a repicar, porque todos los himnos van a consagrar, porque todos los niños se han de desatar y todos los destinos se irán a encontrar... Oh ¿qué será, qué será?
(Artículo publicado en La Jornada San Luis)